Capítulo XIV

5 de Diciembre de 1805


XIV
El cuaderno de Junot
Cambio de mando


Cuando volví de hacer lo que me pidió Berthier lo vi muy preocupado. Se había tomado el papel en serio, y tanto que ya no se le escuchaba el tono de extranjero. Se mezclaba en esta historia como si fuese el verdadero Mariscal, si es que existió ese tal Louis Berthier. Cuando me dijo que Napoleón estaba muerto me quedé helado:

-¿Pero no se moría en una isla? ¿De viejo o de algo en la panza?

-Se supone que sí, pero yo no hago esta historia. Estoy igual que vos, sin saber para donde correr. Si estuviésemos en el continente intentaría volver por donde llegamos, pero esa es una oportunidad que perdí hace tiempo, acá te imaginás que no puedo hacer mucho. Salvo seguir adelante. Y mas ahora, que se supone que estoy a cargo de esta campaña. Si me fuera en este momento probablemente no saldría vivo de esta historieta… en Francia me colgarían.

-Si, claro. Si ganamos tu serías algo así como el jefe máximo…

-Si perdemos, los ingleses nos tendrán prisioneros por lo menos un año, y eso solo para empezar, después vendría el juicio y probablemente condena a muerte o algo así. Siempre contando con que sigamos con vida después de perder.

-Ni lo sueñes, tío. Ahora mas vale que ganemos esta guerra, pero en cuanto podamos tendríamos que marcharnos de aquí lo antes posible. Estaba pensando que si ahora estás a cargo, podríamos volver a Francia con alguna escusa dejándolos a los otros para que terminen esta historia. Si no podemos salir juntos, podrías mandarme a mí al continente, y luego yo te mandaría una carta que dijese que te necesitan en París porque… no se, porque atacaron otros, los italianos o los alemanes, no se. ¿Recuerdas la plaza grande, la del mercadillo?, yo recuerdo el camino por el que llegamos.

-¿Y no se te dio por pensar que es el mismo camino por el que llegué yo? Porque al volver por ahí, yo tendría que llegar a Buenos Aires en 1981 y vos a Andalucía en… bueno, supongo que en el mismo año ¿No?

-¿1981? Ehhh… no tío, va a ser que no. Yo nací en el 90. Y cuando aparecí aquí estaba en el 2008. Vamos a ver…- Dejé que los datos fueran digeridos –estamos en la Unión Europea, el próximo mundial de fútbol es en Sudáfrica…

-Pará, pará, ¿qué es eso de la Unión Europea?

-Buenooo, y yo que pensé que tú sabías más que yo. Resulta que todos los países de Europa se juntaron. Cada uno tiene su propio gobierno, pero también tienen un gobierno general. Ahora para viajar por Europa no te piden pasaporte, en la frontera solo te piden el documento, si eres europeo, claro. Creo que están todos menos Suiza y Rusia. Y algún otro. Pero Francia, España, Portugal, Italia, Alemania, Holanda, Gran Bretaña, en fin, todos, tío. Hasta los más pequeños como Lituania o Chipre.

-¿Lituania? ¿Eso no es en la Unión Soviética?

-Mira no se mucho de esa historia, pero cuando yo nací creo que la Unión Soviética ya no existía. Ni Yugoeslavia. Hubo una guerra ahí, y después otra entre Estados Unidos e Irak, y ahora en Afganistán donde también está España.

Se quedó mirando el vacío, como sacando cuentas de años y tiempo. Nos interrumpió uno de los generales que había conocido en la reunión.

-Mariscal, las cargas de caballería parecen funcionar porque la artillería ya está reposicionada y lista para apoyar el ataque final. El Mariscal Ney pregunta si avanzamos con la infantería o seguimos desgastando al enemigo.

Berthier me miró y me hizo señas de que lo siguiera. Y sin responderle al tal Segur nos acercamos al frente los tres rodeados de unos 20 hombres a caballo con las armas en la mano. Noté que Berthier los miraba de reojo con cierta incertidumbre, así que me acerqué a él y le susurre cerca del oído:

-Creen que vas a luchar en el campo de batalla, por eso te acompañan, son los que te protegen. Los 15 míos vienen detrás de estos, pero ahora veo más.

Era verdad, ahora eran como 50, aparte de las tropas de Exelmans que cabalgaba junto a nosotros, al lado de un tal Sebastiani.

Cuando llegamos al frente, Ney y Marmont se nos unieron al corro, y Berthier invitó también al General Sebastiani y a mi Capitán.

-Soult está haciendo un excelente trabajo,- Nos recibió Marmont -Sus cañones los están empujando hacia el flanco derecho al mismo tiempo que Bourcier los recibe con la caballería en ese lado. Ya hicimos dos ataques así pero no se dispersan, mantienen una formación compacta de sus unidades. Tampoco intentan mucho la salida por retaguardia, no se los ve desesperados.

-No hay que darles tregua, es el mejor momento- Habló Ney -La próxima carga tenemos que lograr que se dispersen y deberán ser recibidos por la infantería, además de los húsares y dragones. Y en cuanto podamos, lanzarnos con todo lo disponible, no se lo esperarán. Opino que debemos terminar cuanto antes, se nos viene la noche.



Sebastiani y Exelmans ayudaban a Segur con los mapas en la mesa que habían traído desde la tienda de campaña. En pocos segundos estaban puestos los diferentes planos donde se marcaban las posiciones de los distintos cuerpos de ejército.

Berthier saltó del caballo y se dirigió a la mesa colocándose de frente a ella y al teatro de operaciones, de tal manera que podía comparar la acción en vivo con lo que decían los planos de combate. Su actitud era cada vez más asombrosa. Si no me hubiese dicho que estaba de “infiltrado” igual que yo, hubiera jurado que el tipo era de esta época y de este lugar. Si no fuese por su acento argentino, (que al parecer solo yo escuchaba), se diría que era el verdadero Louis Alexandre Berthier.

-¿Que pasa con sus cañones?

-En el último ataque de caballería quedaron totalmente inutilizados. Ya hay menos fuego en ese bando. El único problema es que se replieguen hacia Londres o Epson, pero salvo unos tibios intentos de abrir nuestras líneas, no hicieron mucho en retaguardia. Bernardotte y Soult están advertidos para cortar la retirada.

-De acuerdo. Mientras Soult y Bernardotte se mueven que Murat termine con la última carga. También usted Ney, avance en cuanto pueda pero con mucho cuidado, no quiero otra sorpresita. General Segur, en cuanto los flancos rodeen el objetivo, que la trompeta dé la orden.

Se retiró cada uno a su puesto, salvo yo que lo miré preguntándome que pasaría por su cabeza.

-¿Vas a atacar?

-Si, eso es lo que hacemos.

-Digo si tú mismo vas a ir al frente de combate

-Si, ya no creo que pueda escurrir el bulto. Igual si estos tipos están alrededor no será mucho problema. Aunque en mi vida manejé un sable.

-No hace falta. Cuando desembarcamos nos enfrentamos a la guardia de Dover que venía al rescate de sus compañeros. Yo pensé que debía atacar con mis hombres, así que me fui hacia adelante como un loco ¿sabes? Y luego Bernardotte me dijo que hacía tiempo que no me veía actuar así. Ellos no van al frente, solo mueven las piezas como si estuviesen jugando al ajedrez.

No me respondió, pero su cara decía que había entendido la consigna. Unos minutos mas tarde, vimos como las banderas daban señales de nuevo. Y una vez mas los ejércitos caminaban hacia adelante en forma de cuadro, en perfecta formación, entablando batalla. Pero ahora era cuesta abajo, del otro lado de la meseta que había de frente. Ahora éramos nosotros los que estábamos arriba. Iban cargando los fusiles a medida que disparaban, las primeras filas de rodillas y las de atrás de pie.

En su caballo, rodeado por su guardia, Ney avanzaba lento detrás de la infantería. También vimos como Soult y Bernardotte hacían lo mismo. Con los catalejos que me pasó Berthier pude distinguir a Friant a la izquierda de Bernardotte. A medida que avanzaban el círculo se cerraba por tres lados y los ingleses retrocedían por su retaguardia, pero seguían disparando en una formación compacta, aunque ya no se escuchaban sus cañones.

Según retrocedían se veían cadáveres esparcidos sobre el barro, aquí y allá, de ambos bandos, pero los uniformes blancos y rojos del enemigo comenzaban a verse cada vez más.

Rodeados por nuestra guardia, Berthier, Segur y yo también avanzábamos en dirección a Ney y a los ingleses. Murat, a nuestra derecha, Sebastiani a la izquierda y Exelmans detrás nuestro, cada uno con sus respectivos regimientos, marchaban a nuestro paso esperando órdenes de ataque.

Al rato se escuchó una trompeta y en un último intento, la caballería inglesa se abalanzó sobre la izquierda de Soult y al principio logró abrir una brecha en la formación francesa por donde varios soldados escaparon con dirección de Epson. Pero enseguida el círculo se volvió a cerrar gracias a los certeros disparos de cañones que dejaron inmóviles varios animales y hombres.

En ese momento se había acabado todo. Los ingleses no tenían retirada, ya que Bernardotte, muy hábilmente, había dejado a Friant al frente del ataque del flanco izquierdo mientras él rodeaba al enemigo interponiéndose entre éste y Londres.

L
a cosa se veía aparentemente fácil. Los infantes franceses rodeaban a los ingleses sin darles ningún tipo de escapatoria. Pensé qué haría el verdadero Berthier en este caso y que haría Napoleón de encontrarse en ese lugar.

De seguir así sería una masacre, pero no parecían tener intenciones de rendirse. Entonces comprendí que lo único que podía ayudarles en ese momento eran o refuerzos que estaban esperando, o bien la noche, para intentar alguna escapatoria o algún contraataque. Se ve que Berthier pensó lo mismo que yo porque rápidamente tomó medidas del caso. Llamó a Exelmans quien se acercó enseguida:

-Tome nota:


"Al comandante del Ejército Británico: 

Es obvio que la situación no favorece a las tropas de Su Majestad. Su valentía y fervor en el combate no alcanzan para detener a la numerosa y mayormente capacitada Grand Armée de Francia.

Estamos en posición de llegar a Londres y acabar con esta guerra de una vez por todas, y su resistencia (heroica pero vana), solo será un escollo pequeño en el desarrollo de estos acontecimientos.

Es por esto que sugiero vuestra rendición incondicional, evitando una masacre, un baño de sangre que solo añadirá mas pesar en su historia y en la historia de su nación.

Ofrezco a cambio el respeto por la vida y la integridad de los prisioneros, quienes serán liberados en cuanto Inglaterra firme la paz definitiva con Francia.

Además de estas condiciones estoy dispuesto a firmar su celo y bravura en el campo de combate ante sus superiores cuando llegue el momento de restituirlo al seno de su patria, una vez alcanzada la tan ansiada alianza pacífica entre ambas coronas.

Tiene en mí la palabra del Emperador Napoleón I de Francia, la consideración del Estado Mayor General francés y el honor de un hombre que al igual que usted, forjó su crecimiento en el campo de batalla.

Espero su respuesta inmediata, para lo cual dispongo en este momento un alto el fuego y una tregua momentánea.

Louis Alexandre Berthier.
Mariscal del imperio "


-Sebastiani, ¿Puede mandar un correo al frente enemigo?

-Si, Mariscal.

-Perfecto, entréguelo de inmediato y dígale que esperen la respuesta.

Sebastiani disponía un correo de tres hombres a caballo, portando banderas blancas. Acto seguido, Berthier le ordenó a Segur que comunicase con banderas el alto el fuego a todos los flancos de ataque y comunicase a los comandantes que se mantuviesen en sus posiciones. La orden se acató en seguida y de pronto se dejó de escuchar el sonido de los disparos.

En cuanto partió el correo, los ingleses también dejaron de disparar a la vista de las banderas blancas, pero sus líneas se rearmaban y reposicionaban manteniendo una falange compacta, aunque bastante más pequeña que la del principio.

Mientras los correos hacían su trabajo, los generales y mariscales se acercaban para preguntar que estaba sucediendo. Al responder, no todos estaban de acuerdo con la decisión del comandante, esto lo noté en caras y gestos de Soult y Bernardotte principalmente, como así también en la de Segur, pero Ney y Murat coincidieron con el mariscal en jefe.

-Una decisión acertada, mariscal- dijo Ney –evitaremos una masacre pero sobre todo una pérdida de tiempo. Descansaremos más y estaremos mejor para entrar hasta St. James.

-Sugiero- agregó Marmont -que enviemos una avanzada camino a Londres para adelantarnos al siguiente paso.

-Y puestos en el caso- siguió Soult -deberíamos hacer lo mismo para ver que noticias encontramos de la marina, la cual debería atacar a mas tardar mañana en el Támesis, apoyando una invasión definitiva a la capital.

-Señores- concluyó Berthier –No nos apresuremos. En principio terminaremos con esto, no quiero que nos sorprenda la noche. Luego enviaremos todas las comunicaciones necesarias, inclusive a Dover a ver que novedades tenemos de Francia. Y nos prepararemos para mañana. Quiero estar seguro de como termina esta batalla, porque dada la concentración de efectivos, estoy convencido que aquí se termina la gran defensa inglesa. Así que antes que nada, debemos asegurarnos de que esto salga bien porque del resultado depende la campaña.

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