capitulo XIII

5 de Diciembre de 1805

XIII
El Cuaderno de Berthier
El vuelo del águila


Mientras hablábamos caminábamos hacia la tienda del médico y al llegar, los soldados de la entrada se cuadraron. El Barón Larrey era el medico en jefe de la expedición, ese hombre según me habían comentado inventó la ambulancia y rehízo todos los sistemas de atención sanitaria de Francia tanto en guerra como en paz.



El personalmente estaba atendiendo al Emperador quien protestaba por algo llamado triache, o triaje, que consistía en atender a los soldados por su gravedad médica sin importar su rango militar. Pero en este caso, el Barón había dejado de lado esa ley que él mismo había inventado porque tenía entre manos al Emperador de Francia.

Parecía muy loable por parte de Napoleón que Larrey atendiese a otros soldados antes que a él mismo, pero el caso es que el Sire era reacio a ciertas atenciones médicas porque tenía miedo (según Marmont) a que Larrey le amputara alguna extremidad previniendo la gangrena o el tétanos. Desde que Larrey se hizo cargo de la sanidad, estas enfermedades descendieron vertiginosamente en Francia a costa de muchos brazos y piernas en manos del doctor, en el mismo campo de batalla durante la contienda, cosa que antes de él no se hacía.

Me pareció un tipo muy competente y si bien no era militar, tanto soldados como oficiales (y hasta el mismo Bonaparte) lo respetaban muchísimo. El único que me pareció que tenía algún problema al respecto era Soult, aunque a decir verdad el Mariscal era un militar altamente efectivo, pero no era muy sociable con nadie.

En cuanto terminó con el sire, el general y yo nos acercamos al médico quien nos dijo que podíamos hablar con el paciente, pero que luego quería hablar conmigo en privado.

Al vernos, Napoleón estaba en una camilla de sanitario, más alta que las normales, así que no se incorporó para hablarnos:

-¿Bueno, que fue? ¿Con que nos dispararon esos hijos de puta?

-El general Marmont dice que fueron los cañones de 36 libras

-Si, parece que los desmontaron de los barcos y los ensamblaron en tierra. Al ser un valle casi plano, tienen mas alcance que los nuestros y al estar sobre la meseta...

-Si, si, si… Hasta donde yo recuerdo esa lección se la impartí yo a usted en la escuela de
Artillería
, así que no me cuente nada muchacho…

Marmont enrojeció. Luego me enteraría que Napoleón fue uno de sus tutores en la escuela de artillería militar, especialmente en el cálculo matemático y física, materias ambas donde los dos habían sido alumnos aventajados.

El general Auguste Marmont había entrado a la escuela de Brienne dado que su padre había sido uno de los compañeros y tutor del Sire. Y le había pedido a éste que cobijase al joven Auguste bajo sus alas. Tal vez por ello Napoleón lo trataba como a un sobrino y Marmont respondía con eficiencia en las tareas encomendadas.

-Bueno, parece que el doctor Larrey quiere ver algo antes de montarme de nuevo en el caballo, así que Berthier, usted está a cargo, dependeremos de la caballería para anular esas bestias de hierro…

-Si. Ya están anuladas. A Lannes le costó varios regimientos, pero las alturas de este valle ya son nuestras y se quedaron sin artillería. Ney avanza sobre ellos mientras que los flancos están cercados por Soult y Bernardotte. O se rinden o se retiran hacia Londres. No tienen alternativa.

-Ah, Lannes, Lannes... Muchos me recomendaron que tuviera cuidado con su irascible carácter, pero gracias a su capacidad de reacción logré salir con vida de Marengo y ahora nuevamente se juega a sus hombres en una victoria que para él resulta pírrica pero estoy seguro que dio un vuelco en la batalla. Bueno, no me extraña, hombres como esos son los que hacen a este ejército de águilas.

-Vamos a tener que enseñarle que se cuide un poco mas si no queremos perderlo.- Acotó Marmont

-¿Qué le pasó en la cabeza?

-Nada de importancia. Un rasguño.

Bueno. Apuren los tiempos, a ver si lo hacemos antes de que oscurezca.

Nos despedimos. Marmont se dirigió al frente de combate para dar indicaciones a los demás generales que se hacían cargo de la artillería, y yo envié órdenes a una reunión por intermedio de Sebastiani.

Luego de despachar los correos volví a la enfermería donde Larrey me estaba esperando. Me alejó de los oídos que nos rodeaban y con un gesto muy solemne me anunció:

-De esta no pasa. No es una herida muy grande, pero le asestó un duro golpe en el espinazo. Tiene vertebras incrustadas en los pulmones y ya comenzó a escupir sangre. No creo que vuelva a ver Francia con vida.

Escalofrío. Las piernas me temblaban como hojas. Hasta el médico se dio cuenta por lo que me acercó una silla donde literalmente aterricé. Esto significaba que militarmente yo estaba a cargo de este baile, pero no sabía como se continuaba después. ¿Su hermano sería emperador? ¿Habría un golpe de estado contra José Bonaparte? ¿O contra mí?

-¿Qué sabe él de esto?

-Todo. Lo sabía antes de que lo vieran recién. No es tonto, esta paralítico de cintura hacia abajo, y le duele todo el cuerpo menos la espalda porque no la siente. No puede moverse. Sabía que estaba terminado antes de verme. Cuando me acerqué, lo primero que me dijo fue “Quiero que me entierren entero Larrey, no me corte nada que aquí ya no vale la pena. Atienda a otro.”

-¿Cuanto tiempo le queda?

-Dado que es un hombre fuerte y acostumbrado a las inclemencias de la guerra, puede que llegue a mañana por la noche, pero lo normal es que no se entere como termina el día de hoy.

-¿A quien mas le comunicó esto?

-A nadie más. Me lo prohibió. Solo usted puede conocer este parte médico.

-Bien. No lo comente con nadie más. Ya lo haré yo cuando llegue el momento. El emperador esta herido de gravedad, pero despierto y se recupera. Solo estará unos días en cama y punto.

-Así se hará. Me dijo que a partir de ahora usted está al mando. Le está esperando, Mariscal.

Le costaba respirar. Los esputos de sangre en los pañuelos acumulados en el suelo, indicaban que cada vez era más difícil. Me sonrió al verme a su lado. Su voz ya no tenía la potencia de otros momentos, pero aun conservaba su dignidad. No me trató como militar, así que comprendí que era su manera de despedirse de los fueros. Ya no daba órdenes, solo pedía, aunque sin suplicar.

-Esconda mi muerte si no quiere que le sea más difícil. Despídame de mi familia y de mis hombres…- hizo una pausa para toser –Mi hermano asumirá el trono, pero debe ayudarle, Louis. Protéjalo de esos buitres políticos. No confíe en Bernardotte ni en Soult. Apóyese en Lannes y Marmont, esos son mis muchachos, y por supuesto en Bessieres… Le encargo a mi familia, a mis hijos, a Francia… en ese orden.

-Descanse Sire, ya verá como todo termina en un gran susto...

Hizo señas de que me calle, sabía que tenía poco tiempo y quería aprovecharlo.

-En Fontanaibleau, en mi caja privada hay unos escritos, que indican a quien dejo cada pertenencia. Pero eso son solo cosas materiales. El doctor tiene las llaves de esa caja. Esos documentos son suyos. En cuanto al imperio, si será usted quien asuma el gobierno despojando del trono a mi hermano, o a mis hijos, le ruego que no los abandone. Use como testigo a Larrey, él lo apoyará en todo… Disculpe amigo, pero esta vez le toca a usted terminar lo empezado, disculpe si lo dejo solo…

Cerró los ojos, pero de cansancio. Lo deje dormitar y me retiré a su tienda de campaña. Al salir Segur me esperaba junto con Marmont. Le pedí al general que informara de lo sucedido.

-Los restos del ejército enemigo se retiran Hacia el Norte, mientras que nuestras fuerzas acampan en la meseta según órdenes de Ney. Las pérdidas aun son difíciles de calcular, pero a grandes cálculos de los respectivos oficiales tenemos unos 3.500 entre muertos y desaparecidos, y unos 9.000 heridos. Las bajas enemigas fueron considerables, Mariscal, unos 35.000 entre muertos y heridos, así como cerca de 22.000 prisioneros. Además hemos capturado casi 200 cañones y 25 banderas. Muchos de los cadáveres nos indican que gran parte del ejército de resistencia era en realidad grupos de civiles alistados con poca experiencia. De allí que contabilizamos demasiados efectivos en el ejército inglés.

-¿Oficiales?

-De los nuestros solo usted y el General de División Legry recibieron heridas leves. De hecho el general está en su puesto. Al que no encontramos aún es al otro jefe de las divisiones de Lannes, al general Le Blond… pero bueno, con la carga de Lannes bastante que lograron el objetivo.

Se quedó un instante en silencio hasta que se animó a preguntar:

-¿Lo ha visto, Mariscal? ¿Cómo está?

-Bien, la herida parece grave, pero se repondrá. Estoy esperando una reunión con los comandantes, búsqueme a Sebastiani, necesito verle. Y avise a los demás que estaré aquí.

-Si, señor.

Comencé a revisar algunas notas que tenía a mano. Su letra era desgarbada pero muy legible. Aun me asombraba entender una lengua como el francés a pesar de no haberla estudiado nunca. Tenía un cuaderno de tapas negras donde vi apuntes sobre algunos de nosotros, como si quisiese escribir biografías o algo así. Busqué mi nombre y encontré:

“Agradezco que mi amigo Louis Alexandre esté conmigo. Si pudiese tener un Berthier o un Bessieres en la marina, las cosas en el mar funcionarían distintas. Villeneuve y Ganteaume serían mas operativos y aparecerían en el almirantazgo mas hombres como Ney, Murat o Lannes. ”

Guardé el cuaderno para seguir después en el momento en que Sebastiani me interrumpió:

-¿Llamó Mariscal?

-Si, ¿Avisó de la reunión?

-Mandé correos a todos los frentes. En cuanto terminen sus tareas primarias comenzarán a llegar. Avisé solo a los mariscales, y a los generales de división que están al mando de diferentes cuerpos.

-Bien. Prepare la reunión. Hágase cargo de todo lo necesario. Necesito cambiarme y descansar unos minutos antes decidir como seguimos.- Hice una pausa antes de sondear el terreno – Dígame, general, ¿qué le informaron de la situación del emperador?

-El parte médico que dio Monsieur Larrey, estable, por ahora bien.

-¿Ya se comunicó a la tropa?

-Si

-¿Como lo tomaron?

-Especulan, pero en general tranquilos. Esperan sus órdenes.

-Hábleles. Dígales que Bonaparte esta bien, solo que su pierna le impide montar ahora, pero es él quien sigue dando las órdenes. La diferencia por hoy será que yo estaré en su lugar para cumplirlas. Y vuelva luego para la reunión.

-Si Mariscal.

En pocos minutos volvió y me comentó que la tropa estaba tranquila a ese respecto. También estaban Soult, Lannes, Bernardotte, Junot, Murat, y Ney. Marmont se había quedado en el frente. Mandé a llamar a Larrey, pero no lo dejé hablar, el cirujano solo confirmaba mis palabras con gestos de cabeza. El más preocupado parecía ser Lannes, ni bien entró me preguntó:

-¿Está muy grave, verdad mariscal?

-¿Muy grave? –Preguntó Ney – Marmont me dijo que estaba bien…

-Si, está bien. La herida fue grave –dije aplacando los nervios –pero no será necesario amputar nada. Lo peor es su pierna, tardará unos días en recuperar la movilidad y por ahora no lo verán mucho ya que necesita reposo, así que no lo verán montar ni caminar, pero tanto Marmont como el doctor Larrey son testigos de las órdenes encomendadas.

A partir de este momento, y hasta nuevo aviso, como Jefe de Estado Mayor, asumiré el mando de esta campaña. Y la terminaremos lo antes posible. Luego de llegar a Londres, tendremos una reunión donde seguramente el Sire volverá a su puesto. ¿Alguna pregunta?

Al escuchar los nombres del general y del médico los rostros se fueron tranquilizando. El único que no mostraba ningún tipo de sentimiento en el gesto era Soult, mientras que Lannes y Ney eran los más afectados.

La reunión se extendió con café durante casi una hora. No quise explayarme en terminología militar que aún no domino por lo que mas que una serie de indicaciones fue una charla donde intervinieron bastante Soult, Ney y Murat. Este último me sorprendió con una consideración que ellos tenían muy en cuenta.

-No estamos en condiciones de perder una visión de mando en el campo de batalla. Será mejor mariscal que en adelante, usted maneje ésto desde el puesto de mando. El ejército está entero y con la moral alta. Podremos continuar sin inconvenientes hasta terminar la campaña.

-De acuerdo. Preparen los informes de bajas y heridos. Reagrupen a sus hombres. Trataré de forzar una rendición de las tropas que quedan en el frente inglés, siguiendo los consejos de Ney, para que pasemos la noche en paz.

No hubo nada más. Estaban confiados. Larrey se quedó para decirme algo y esperaba a que yo despachase a “Antonio” Junot y a Lannes que aún no se convencía de la salud del emperador.

Cuando se hubieron retirado todos los demás, le dije a Junot que organizase la guardia afuera y llamase a Segur con su división para tenerlos con nosotros. Me guiñó un ojo cuando salía mientras me agradecía con el pulgar de la mano derecha en alto. Detrás de él también salía el general Sebastiani pero lo detuve. Cuando se puso a mi lado nos quedamos los cuatro esperando como si nadie se atreviese a hablar primero. Miré a Lannes:

-Le escucho general.

-¿Como está?

Miré a Larrey y asentí, para que hable sin problemas. Larrey frunció el seño como preparándome para la noticia.

-Murió cuando me disponía a salir hacia aquí. Di indicaciones de no interrumpir su sueño si él no llamaba. Solo nosotros cuatro sabemos el hecho. El me comunicó que me ponga a sus órdenes Mariscal Berthier.

Lannes, cerró los ojos, reprimiendo su pena, pero no hubo lágrimas. Sebastiani me miró esperando alguna palabra mía igual que Larrey. Yo esperé que Lannes se repusiera, en unos segundos definí la cosa como mejor me salió:

-Confío señores que esta noticia quedará entre nosotros hasta que me parezca anunciarla. En el momento que lo vea oportuno, lo comunicaré al estado mayor. El sire me dejó a cargo de entregar su herencia familiar, militar y política y tengo al doctor Larrey y al General Marmont de testigos. Aunque este último aun no sabe la noticia de su muerte.

-Por supuesto cuente conmigo, Mariscal –Dijo Sebastiani.

Larrey y Lannes también se comprometieron.

Cuando salí del campamento, Junot y Segur estaban revisando la guardia imperial. Al verme, Antonio se acercó:

-¿Que pasó?

-Napoleón esta muerto, y no se te ocurra decírselo a nadie, no quiero problemas.

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