Capítulo XXXIII

9 de Diciembre de 1805

XXXIII
El cuaderno de Berthier
La Royal Navy


Cuando les mostré la copia que tenía Lucas de la carta del nuevo rey ordenando a Jervis que deponga las armas, el Lord se asombró del escrito. Pero las cosas se pusieron peor cuando preguntó por las cartas dirigidas a los demás almirantes y se enteró de que Popham ya la había recibido.

-No es nuestra intención tomarlos como prisioneros formales, Almirante.- Le dije al ver su cara -Digamos que son ustedes la prueba de la buena voluntad de su Majestad de formar una alianza entre Francia e Inglaterra.

-¿Y cuales son sus intenciones una vez que lleguemos a Francia?

Dubourdieu tomó la palabra

-Una cosa es segura: nosotros tenemos mucho que aprender de la Real Marina Británica. Pretendemos crear una nueva escuela Naval y reformar nuestros astilleros, de cara a una era de intensas negociaciones con las indias americanas. Además de mantener la seguridad del trafico mercante. Piénselo Almirante, las dos potencias unidas, junto con España y Estados Unidos no deberían tener ningún problema en el Atlántico. No solo evolucionaríamos a gran velocidad sino que además ahorraríamos costos incalculables. En diez años habremos desarrollado las investigaciones del señor Fulton y renovado la marina de océano en una gran alianza.

-Hemos visto los planos de vuestro submarino Fulton y no nos parece viable.-Intervino Popham.

-Tampoco parecía viable su primera máquina a vapor. Se hundió en el Sena en la botadura. Pero volvió a reflotarla y remontó el río ante la vista del emperador. El submarino es viable pero necesitamos mejoras. Creemos que con sus investigaciones almirante, podríamos desarrollar la obra.

-También podríamos probar con las corazas de cobre. Nosotros hemos hecho algunas pruebas con buenos resultados, pero aún resultan demasiado caras y algo pesadas…

-Antes de eso yo estoy interesado en mejorar aún más el sistema de señales que usted desarrolló. Si la capacidad de maniobra de un navío se acelera, las señales deben ser más rápidas, la respuesta…

La charla entre Dubourdieu y Popham se animaba descubriéndose el uno al otro en la pasión que sentían por su trabajo. Y a medida que sucedía, el descontento de Jervis se hacía más visible en su cara. Me miraba incrédulo, sin entender que su par inglés estuviese a punto de revelar los más secretos adelantos navales a sus enemigos solo por ganarse su confianza. También advirtió la conversación de Lucas y Maitland lo cual aumentó su decepción.

Lo agarré del brazo y lo aparté de la reunión para tranquilizarlo.

-Almirante, lo veo ofuscado y no es para menos. Supongo que nunca imaginó que lo lograríamos, pero así están las cosas.

-No entiendo lo de William, ¿Qué pretende? ¡Nos ha entregado al enemigo!

Al levantar la voz se hizo un silencio muy pesado en la sala. Respiré hondo tomando aire para una de esas respuestas que no daban lugar a réplicas.

-Sir John Jervis: en lo que respecta al Rey de Inglaterra sepa usted que fue el único que estaba con vida, rodeado de solo 70 hombres para defender el reino cuando llegamos a St. James. Lo habían dejado solo. Su padre y sus hermanos huyeron como cobardes. Y ustedes los Lores hicieron lo mismo dejando a Moore al frente de una resistencia inútil, tan inútil como sus palabras. Fue usted quien dijo que nunca llegaríamos por mar, pero si realmente quisieran defender su reino deberían haber formado un ejército en tierra tan concienzudamente como lo hicieron en el mar. Y si ésto se hace algún día, procuren colocar generales al frente que estén en su puesto como Collingwood o Nelson y no como usted que a la hora de defender sus costas decidió enfrentarnos con las maletas preparadas para huir con el señor Pitt y el oro de Inglaterra.

Queda claro que su incursión en la política es un fracaso dada la falta de diplomacia con que se dirige a su propio rey. Pero lo que no puedo entender que sea su inoperancia y su arrogante accionar lo que esté al frente de la fuerza naval mas importante del orbe. Mientras usted jugaba a la política en Londres juntando títulos de nobleza, Nelson se enfrentaba en el Mediterráneo con un brazo, una pierna y un ojo menos defendiendo hasta la muerte la seguridad del reino. Seguridad que usted pretendió defender con bravuconadas sentado cómodamente en un sillón.

Hágase usted un favor, almirante Jervis: si quiere seguir considerándonos su enemigo, le daré el gusto tratándolo como un prisionero. Pero no vuelva a levantar la voz en dominios franceses o me veré obligado a ponerlo a disposición del almirantazgo francés y créame que no le gustará ese trato.

Por lo pronto, como comandante de Francia, le relevo a usted de cargos, títulos y posesiones. Almirante Popham- dije mirando al otro jefe naval -A partir de ahora considérese usted a cargo de la marina inglesa.

A pesar de la fuerza ofensiva de mis palabras procuré no levantar el tono de voz, lo cual acentuó los conceptos. Con el rostro desencajado, con una mueca entre pánico e incredulidad, Jervis se retiró a sus nuevos dormitorios siempre custodiado por soldados de Lucas sin decir una sola palabra. Los demás prosiguieron la charla retomando el ánimo que existía antes de mi intervención, pero se notaba el cambio, en general ni mas tenso ni más agradable, pero los oficiales ingleses miraban con mejor agrado a Popham.

Este seguía hablando con Dubourdieu mientras que Lannes y Bernardotte se entretenían con Wrigth y los demás británicos, separándose de Lucas que seguía conversando con Maitland.

Marmont y Sebastiani me consultaron los pasos a seguir con estos oficiales:

-Quiero saber que le interesa tanto a Lucas de ese capitán inglés. Creo que nuestro mando naval tendrá importantes noticias de ellos cuando termine esta reunión. Luego veremos como proseguimos. Recuerden que hombres como Cook y los demás aún están navegando y no de turistas precisamente.

-Se me ocurre, señor, que sería bueno antes de zarpar que el rey de Inglaterra firmase la destitución de Jervis y colocase a Popham en su lugar. De esta manera el nuevo Jefe también podría emitir cartas a los demás confirmando las órdenes.

-Bien pensado, Sebastiani. Envíe un correo con la encomienda a Birmingham y luego que lleve la respuesta directamente a Dover, si no nos encuentra aquí. Que se dirija a Ney con la petición. El mariscal sabrá como convencer al Rey.

Mientras Sebastiani se retiraba, la reunión llegaba a su fin. Ya de pie, los diferentes oficiales se despedían y al salir de la habitación me saludaban con la venia. Al final quedamos frente a frente con Popham y nos acompañaba el resto de los franceses:

-Mariscal, le agradezco el nombramiento. Pero comprenda que Jervis es el comandante de nuestra marina y sería una falta de respeto por mi parte. Además de ser un gran marino puso el orden dentro de la flota mejorando los sistemas de…

-Señor Popham,- lo interrumpí –La decisión está tomada. Respeto su carrera y la de hombres como Collingwood o Nelson, inclusive como Gambier o Moore que se rindieron sin luchar a cambio de salvar las vidas de sus hombres. No niego las virtudes y conocimientos del señor Jervis, pero en ese punto me parece que usted mismo le supera con creces. Lo que no tolero es la arrogancia con que quiere imponer o expresar su disgusto. El Rey William lo intentó, pero él era quien debía hacerlo. Ustedes ni siquiera eso. Por lo menos mantenga el decoro. En todo caso, si no quiere el puesto me lo comunica de nuevo cuando lleguemos a Francia. Pero lo de Jervis ya es cosa juzgada.

-¿Cree usted que debimos estar en el canal antes de mandar nuestra flota al mediterráneo?

-Si me permite- intervino Marmont –Ustedes defendieron muy bien el canal hasta ahora. Pero durante todo este tiempo sus ejércitos de tierra fueron esparcidos por sus colonias. Sus mejores generales no están a nuestra altura, pero podrían haber defendido su patria mucho mejor si hubiesen estado aquí. Whitelock se rindió en Manchester y Beresford en Epson junto a Moore, pero ¿Dónde están Wellesley, Auchmuty o Carleton? En las colonias, tratando de defender la India, Sudáfrica o Nueva Gales. Dejaron a Moore solo como la familia real dejó solo a William. Y lo peor es que él mismo creyó que podía detener al ejército que derrotó a Austria, Prusia, a los principados Alemanes…

A las 4 de la tarde, Lucas ordenó a la escuadra ponerse en marcha. Magón ya estaría camino a Dover desde donde seguiría viaje a Boulogne. En Cardiff, Dubourdieu asumiría el control de su flota para acompañarnos en la travesía. Lucas había dispuesto que el Temeraire de 98 cañones y el Caesar de 80 capturados al enemigo quedasen bajo su mando premiando así el valor de su nuevo vicealmirante. El resto de la armada capturada se repartía entre los cuatro jefes navales. Una vez que se dieron las indicaciones de partida, el Almirante Lucas pidió verme en cubierta. Allí abordamos la conversación que tuvo con Maitland.

-Dice que Collingwood le ordenó traer la escuadra de Nelson a la isla, dado que luego de la muerte de Almirante, la flota disponía de demasiados efectivos. Aún no sabían nada del resultado de la invasión cuando partieron de Gibraltar. Cuando se enteraron, el propio Collingwood se unió al viaje de vuelta. También informó que la flota española quedó totalmente destruida. Hasta el Santísima Trinidad que era el barco más grande del mundo quedó casi desmantelado y la mayor parte del comando español está muerto o gravemente herido.

-¿Dijo algo de los planes de acción que seguían?

-Collingwood mantenía su idea de atacar Tolón donde seguramente espera Dumanoir, pero el inglés recibió órdenes de Lord Jervis a medio camino. A partir de allí ambos almirantes se dedicarían a recuperar la isla mientras que el propio Maitland se trasladaría luego al Mediterráneo. Hasta donde él sabe los grandes Almirantes que pueden complicarnos están repartidos en Bahamas, Nigeria, el Cabo, India, Nueva Gales del Sur, etc. Necesitamos urgente comunicar a estas flotas las nuevas órdenes, antes que todas sus fuerzas se junten y tengamos problemas en nuestras costas…

-Tranquilo Almirante, será lo primero que hagamos en cuanto lleguemos a Boulogne.

El resto del viaje estuvo tranquilo. Hicimos un alto para desembarcar a Dubourdieu y recibir la respuesta de Ney en cuanto al cambio del almirantazgo. Junto con una carta:

“Al Mariscal Louis Alexandre Berthier:

Ante el pedido del cambio, el Almirante Ganteaume me aconseja que Lord Popham asuma todo cargo bajo el mando de Lucas. Tuve que obligar a su majestad a firmar la destitución de John Jervis y el despojo de sus títulos. Pero una vez hecho decidí firmar otras cartas con el título de Primer Ministro confirmando el ascenso de Sir Home Riggs Popham, dándole poder para que informase a los oficiales ingleses de las órdenes que usted considere necesarias.

Por lo demás, el traslado del poder a la nueva capital se hace en orden. Parece que la buena gestión de Soult hace que la gente se mantenga tranquila, y me informan que el comercio no tarda en volver a la frecuente actividad que tenía antes de nuestra llegada.

Espero noticias del resto de la marina británica mientras interrogo a los legisladores sobre quienes están en servicio y donde lo prestan. En cuanto obtenga respuestas se las haré saber. Ruego tenga usted buen viaje de regreso y que sus gestiones en París lleguen a buen término.

Le saluda atentamente:

Mariscal Michel Ney
Primer Ministro de Gran Bretaña.”


Bajé a la bodega inferior y me presenté al Almirante Popham a quien le entregué la carta firmada por el rey William y por el primer ministro. Tras leerla me agradeció y tendió la mano

-Espero serle útil a mi patria, Mariscal.

-Lo será. Pero comprenderá que por ahora estará bajo mi mando. Al menos hasta que se consolide la paz en Europa.

-Entiendo señor.

-Agradeceré dictase cartas a los diferentes mandos navales en las colonias que expliquen la nueva situación y una especialmente para Sudáfrica. Nos ahorraría muertes innecesarias.

-¿Quitará del mando a Collingwood como a Jervis?

-De ninguna manera podemos prescindir de su talento. Espero que ambos puedan trabajar en Francia en beneficio de una armada conjunta en el Atlántico Norte. El Primer ministro Ney dejará ese puesto en manos un compatriota suyo en cuatro años, y en ese momento, Inglaterra necesitará de todos los hombres que aporten al crecimiento de su nación. Es mi deseo que ustedes estén entre esos hombres.

-Gracias, Mariscal.

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