6 de Diciembre 1805
XVIII
El cuaderno de Berthier
Camino al Támesis
Las columnas eran extensas, pero enseguida estábamos en Epson. Con Ney al frente y las filas de Marmont cerrando la marcha, el ejército seguía sin parar hasta Londres que ya se divisaba detrás de los primeros suburbios. Murat había requisado todo lo necesario de la ciudad, una ciudad vacía donde los pocos habitantes que quedaban estaban encerrados a cal y canto en las pocas moradas de piedra que había.
Un pequeño de unos diez años aproximadamente corría entre las filas balbuceando palabras en francés, ofreciendo cosas seguramente saqueadas en otras casas ya vacías. Sebastiani lo interrogó pero no pudo sacarle más de lo que Murat ya había informado. Este y Soult ya se habían adelantado rumbo a Watford y de allí a Birmingham en busca del rey Jorge.
Hicimos un alto en la alcaldía donde el alcalde nos recibió con mucha solemnidad. Tal vez esperaba al emperador, porque había dispuesto una comitiva de recepción junto con otros cuatro hombres vestidos de levita negra. El jefe local se deshacía tratando de hablar francés y la verdad era que no lo hacía tan mal. Pero lo que mas les preocupaba era el comportamiento de los soldados en la ciudad. Se tranquilizó al ver que pasábamos de largo. Le aseguré que no queríamos causar más víctimas en esta guerra, que se terminaría en Londres.
Mientras algunas mujeres que andaban por allí (supuse que eran sus esposas) nos traían una copa de brandy, Marmont me expuso su plan:
-La idea es llegar a Bristol y Cardiff, y desde allí, una vez asegurados los puertos de la zona montar guardias y subir hasta Birmingham o Manchester. A ver si es verdad que el puerto de Liverpool es nuestro, sino es así lo haremos nosotros.
-No- lo corté –Llegue hasta Cardiff, asegure todo el territorio de Gales y los puertos de la zona, incluyendo el Sur. Una vez ahí informe la situación y veremos como seguimos. Soult y Murat estarán en Birmingham. Asegurémonos primero como les va a ellos antes de seguir.
Debe usted saber que en Irlanda hay unos insurgentes que se oponen a la unión de Gran Bretaña bajo una misma corona, eso que llaman Reino Unido, seguramente se encontrará algo parecido en Gales, tal vez no tan radicales pero sí de manifiesto en la política local. Trate de no ponérselos en contra, pero tampoco albergue esperanzas. Atienda sus demandas, sin prometer nada. Me interesará saber de que lado está la mayoría y cuales son sus intereses. Puede partir ahora mismo.
-Antes de partir quería agradecerle el ascenso. Es un honor estar a la altura en el rango con el resto de los mariscales.
-Eso se lo ganó usted en el campo de combate. Mariscal..., no se como va a terminar esto, y no me refiero a la campaña, sino al emperador. Pero como acabe, llegado el momento, confío en usted.
-Cuente con mi voto, Mariscal.
Dicho esto, se retiró. Me dejó pensando en la respuesta. Pensé que algunos comandantes veían la posibilidad de ser yo quien tomase el relevo del emperador, y me corrió un escalofrío por la espalda. Me imaginé diciéndole a la familia de los Bonaparte que ocuparía su lugar. Pensé en una guerra civil.
Acto seguido de la salida del nuevo mariscal, volvió el alcalde con su comitiva. Esta vez estaban interesados en el tiempo que nos quedaríamos.
-No estaremos mas que unas cuantas horas, lo que tarde en pasar toda la columna rumbo a Londres. Quiero entrevistarme con el príncipe lo antes posible. El objetivo es asegurar la paz entre ambas naciones.
-Bueno... vera usted mariscal, el príncipe George no es un hombre muy dispuesto al diálogo con los franceses... ni con sus súbditos.
-¿Me parece a mi o el pueblo no se sentiría cómodo con un rey como George?
-Oh! No me malinterprete. Sería un buen rey, pero claro que ahora supongo que nos deberemos al emperador de Francia...
-No se apresure. No es nuestra intención. No somos conquistadores. Esta guerra debe terminarse y pretendemos un gobierno en Inglaterra que respete los pactos. Pero no estamos seguros de que George sea la persona indicada, tal vez Federico, o Williams...
Al nombrar a Williams los ojos le brillaron, inclusive se manifestó una predisposición en los demás acompañantes.
-¿Nos está diciendo que serán los Hannover los que sigan en el trono de Reino Unido? ¿No habrá un Bonaparte en el trono?
-En absoluto. Si ninguno quisiera asumir el puesto, entonces tendríamos que recurrir a las otras familias nobles de Inglaterra, no se... los Tudor o los Windsor. Pero no pretendemos convertir la isla en una extensión de Francia. Solo queremos asegurarnos que no financiarán más guerras contra nuestro pueblo. Y que mayor garantía que la autonomía política de la Asamblea legislativa. Dejaremos establecidas bases democráticas para que cada provincia, condado, ducado o como se llame, esté representada en dicha asamblea y deberán ser los ciudadanos los que elijan a esos representantes, sin importar el título aristocrático.
Se quedaron más tranquilos, e inclusive, alguno albergó esperanzas por las oportunidades comerciales que podía generar el nuevo régimen. Allí me di cuenta que más que políticos, esta gente era parte del poder económico local. Ciudadanos que pensaban más con el bolsillo que con el sentimiento patriótico.
Nos despedimos con buenos augurios de paz, apretones de mano, etc. Inclusive me pidieron que volviese junto al nuevo rey para ser declarado hijo adoptivo del condado o algo por el estilo.
La columna de Marmont partió con sus propios hombres bajo el mando de Segur más las divisiones que hasta aquí habían formado parte del cuerpo de reserva de Murat. Junot iba en camino con las sepulturas y los prisioneros. Todo parecía estar en regla con lo cual seguimos viaje, con la esperanza de poder descansar en una cama caliente en St. James esa misma noche. Todo dependería de las fuerzas inglesas que nos recibirían allí.
Me adelanté a mis columnas, siempre acompañado por mi guardia y Sebastiani, hasta encontrarme con Ney, quien veía como sus tropas cruzaban un puente en un paraje llamado Richmond.
Allí me explicó que los hombres de Murat habían investigado el camino y que habían decidido seguir las indicaciones de Vivant y Jomard para cruzar el río por la zona mas baja y así no tener que entablar batalla del lado Sur del Támesis en el recodo de Chelsea, frente a la entrada a St. James, que era el palacio real, o la catedral de Westminster el otro centro de poder. Estábamos hablando de ello cuando llegó un jinete desde la retaguardia:
-Señor Mariscal, para usted- dijo extendiendo una nota. La leí en voz alta para que escuchara Ney.
“Al Mariscal Berthier
Nos disponemos para la batalla en Dartford donde las tropas de la Royal Navy se hacen fuertes bajo el mando del príncipe William. Estos son en su mayoría sobrevivientes de la batalla que el Almirante Lucas sostiene desde ayer en la entrada del Támesis. No puede avanzar río arriba dado que una fragata inglesa se hundió atravesada en la entrada del estuario. Pero los mantiene a raya.
Igual nuestros marinos lograron desembarcar un regimiento y gracias a ellos las divisiones de Bernardotte cruzaron el río para fortalecer el ataque. Al parecer al enemigo le quedan pocas fuerzas y se repliega de espaldas a la Torre de Londres, pero no se descarta la llegada de la flota de Nelson, único temor que alberga Lucas.
Dicho esto, me dispongo a tomar posiciones para seguir con el plan del mariscal Bernardotte. Marcharemos hacia ustedes por la rivera norte.
Mariscal Lannes”
Mire a Ney que me sonreía:
-Esto facilitará las cosas. Debemos apurarnos para llegar a St. James lo antes posible.
Mientras Ney seguía con su trabajo el correo partió con la respuesta de haber recibido el mensaje. También envié otro a Watford en busca de noticias de Soult y Murat. Sebastiani apuró la marcha alentando a los soldados con las últimas novedades. Antes del mediodía estábamos marchando en columnas paralelas al norte del río y dispuestos para el combate.
Ya en las afueras de Londres veíamos que el pánico se había apoderado de la ciudad. La gente abandonaba todo rumbo al Norte. Algunos se encerraban en sus casas y hasta hubo una guardia de unos 50 ó 60 hombres armados que nos esperaban en un rellano del camino. Uno de ellos se acercó y en inglés dijo algo así como que defenderían sus casas peleando si era necesario. Sebastiani le dijo que de ser así deberían enfrentarse a un ejército de mas de 60.000 hombres, y como harían sus esposas e hijos para defenderse luego de morir o ser apresados. Ante la incertidumbre del inglés, Sebastiani explicó que lo mejor sería que no se interpusiesen, que dejasen las cosas como están y que no sufrirían daño alguno por nuestra parte.
Se acercó el que parecía el jefe, un hombre muy mayor al que le faltaba un brazo, y vestía una casaca militar roída. Seguramente un veterano de guerras pasadas. Dijo algo que no entendí, pero parecía muy gracioso ya que Sebastiani estalló en carcajadas antes de traducirme:
-Dice que le importa muy poco que usted sea el emperador de Francia, que él sabe como detenerle… Lo ha confundido a usted con el Sire, Mariscal.
Ney escondió su risa mientras hacía señales de que la columna de hombres siguiese avanzando sin molestarse siquiera en la charla. La larga fila solo rodeó al manojo de hombres sin prestarles atención. Estos se pusieron visiblemente nerviosos. Especialmente cuando la guardia que me rodeaba desenvainó los sables y alzó fusiles apuntando al jefe de los civiles. Decidí darle un corte al tema.
-Sebastiani, traduzca: Solo queremos obligar al Rey George a firmar la paz en el continente, y volver de una vez por todas a Francia. Si bajan sus armas y se retiran no les haremos daño, pero si persisten daré orden de fuego.
No sé si lo convencieron mis palabras pero el hecho de que quedasen menos de la mitad de aquellos hombres en cuanto vieron los fusiles terminó de convencer al líder. Refunfuñando contra sus propios compañeros y ante la risa de nuestros soldados, se fue por donde había venido.
En ese momento, Ney se nos acercó y hablando bajo expuso una idea.
-Esto nos favorece, estos tipos son testigos de que el emperador Bonaparte está vivo y al frente de la campaña. Mientras usted este cubierto, Louis, no le harán daño. Pero es bueno que se lo crean, impone otra presencia ya que no se conocen derrotas de Napoleón desde que volvió de Egipto.
Un rato más tarde volvían los húsares de exploración del frente e informaban que los tres puentes de Chelsea estaban bloqueados, y una guarnición de soldados nos esperaba detrás de barricadas. Aproximadamente eran unos 25.000, pero eso contando con civiles reclutados a último momento. Según los datos recabados no llegaban a 15.000 los soldados profesionales.
Pero la noticia más importante era que esta guarnición estaba bajo el mando del Príncipe George, el heredero que escapó de la batalla de Epson, quien estaba en poder de Londres ante la huida de su padre.
Antes de decir nada Ney alistó las líneas para el combate. Sus edecanes iban de aquí para allá dando órdenes de maniobras, disponiendo caballería, infantería y artillería, aunque esta última no sería muy necesaria pero cumpliría una tarea decisiva. Según la opinión de Sebastiani, si tenían los cañones de la marina, tendría que atacar la caballería para anular las baterías enemigas, de esta forma, sostenía el general, serían derrotados ampliamente.
Llamé al soldado que trajo la noticia.
-¿Como se enteró de esto?
-Por nuestros informantes señor Mariscal, pero además mi compañero y yo nos acercamos y comprobamos que tienen barricadas en las primeras calles. Verá, señor mariscal, derribaron varias casas y con los escombros formaros un largo parapeto, pero no muy alto. Detrás dejaron unos 20 metros de espacio libre hasta la siguiente línea de casas. En esta segunda línea también hubieron derribos, pero no totalmente. Entre casa y casa que queda en pie se dispone el ejército inglés armado de fusiles para disparar a cualquier cosa que pase la primera barricada.
-¿Vio cañones?
-Si, algunos, pero también vi preocupación, porque desde allí se escuchan los disparos al otro lado de la ciudad. El príncipe debe estar pensando en la batalla del puerto.
-¿Puede usted contactar de alguna manera con el príncipe?
-Si, podemos llegar hasta él con alguna carta si lo desea.
-De acuerdo. Descanse, pero no se vaya lejos. Lo necesitaré.
Luego de retirarse el húsar, Sebastiani me miró esperando alguna orden.
-Estoy pensando Sebastiani que tal vez sería mejor tomar posiciones y dejar que el miedo comience nuestro trabajo. Luego propondría al Príncipe la rendición a cambio de salvaguardar a su familia, y al resto de la ciudad.
-Si me permite Mariscal, es el mismo que huyó en Epson dejando a todos sus soldados, incluyendo al General Moore. Creo que a ese hombre solo le importa su persona, ni siquiera su padre…
Le pedí opinión a Ney que estaba mas de acuerdo conmigo y así lo argumentó
-No se haga problema Sebastiani, lo que necesitamos es socavar la moral de sus hombres, y los civiles caerán fácilmente en la tentación. Pero también podríamos hacer saber a éstos que seríamos clementes con la población que no oponga resistencia. Con ésto y saberse rodeados por el Sureste, comenzaran a huir en cuanto puedan.
Quedamos de esa manera, Ney disponía la presencia de las tropas de frente a la ciudad, mostrando una impresionante línea de soldados de tal manera que a simple vista parecían mucho mas de los que eran. Inclusive al principio prescindió de la artillería utilizando a los artilleros como soldados de infantería para aumentar la idea visual de la cantidad.
Sebastiani lo acompañaba en estas disposiciones mientras que yo, montado en mi caballo, hacía algo parecido como simulando la presencia del emperador. Cuando estuvo todo dispuesto el mismo general se colocó a mi lado y me avisó de los movimientos que se podían ver a través de los catalejos. Había dispuestos otros observadores, elegidos entre los técnicos y científicos que nos acompañaban, desde diferentes puntos, dado que la mayoría de los defensores se escondían detrás de las primeras casas que servían de barricadas.
Escondidas también en unas casas detrás de nuestra posición, Ney había dispuesto montar dos grupos de cinco piezas de artillería cada uno, que apuntaban al centro de la formación enemiga, pero directamente a las construcciones para sorprenderlos al quitarles los parapetos.
Cuando todo estaba dispuesto Ney se puso a mi lado y decidimos dar el golpe de gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario