Capitulo XXI


6 de Diciembre de 1805

XXI
El cuaderno de Berthier
Five o’clock


La charla con William se extendió un buen rato. Parecía como un juego de seducción política: todos nos mostrábamos amables tratando de convencer de las buenas intenciones de cada uno. El príncipe se mostraba bastante orgulloso por su título, como si hablara con su propio estado mayor, pero nunca intentaba sobreponerse a nosotros.

Hablamos sobre las bondades e inclemencias de la tierra y el tiempo de la isla, así como de algunas técnicas militares diferentes en ambos bandos, especialmente en marina, arma en la que se había educado. Para la mitad de la charla se encontraba presente el Almirante Lucas, quien intervino bastante en esta materia.

Al parecer Lucas estaba mas de acuerdo con los ingleses que con el propio ministro Decres sobre las tácticas de combate naval. Por lo que pude entender, una de las cosas que más pesaban en las diferencias era la construcción de navíos con casco enchapado en cobre.

-Es caro- decía el inglés –Pero vale la pena. No solo se fortalece un punto vital de nuestros navíos, sino que también se logra una excelente maniobrabilidad, hasta los más grandes y pesados responden con gran agilidad al primer golpe de timón. Y esto se nota no solo en combate, también en mares tormentosos.

Otra cosa que me enteré es la insistencia de los franceses en disparar a las torres de las velas mientras que los ingleses preferían disparar al casco. Ambos hombres coincidían en los resultados ya que sin velas un navío quedaba a la deriva y podía ser capturado, pero podría seguir disparando, mientras que con un buen boquete en el casco se acabarían casi todas las posibilidades de recuperar una línea de disparo.

Los de tierra aprendieron mucho en pocas palabras, y yo cada vez aprendía más del tema ya que los marinos hablaban con términos poco técnicos para que todos entendiésemos.

Nos dirigimos a la sala de mapas con la segunda ronda de te para hablar de lo que nos importaba. Ante un gran planisferio, William mostró orgulloso las posesiones británicas en el mundo, pero lamentándose de la perdida de Estados Unidos durante el gobierno de su padre.

-En cuanto regrese pienso exponerle ciertas ideas para que no suceda lo mismo con otras colonias. Es un lujo que no nos podemos permitir. Más de un siglo forjando civilizaciones, trabajando en confines de infinitas posibilidades y de pronto, por unos desarrapados, todo se va al garete.

-Sin embargo, Alteza, será un lujo permisible de aquí en más- Intervine, comenzando cierta hostilidad política y exponiendo el principio fundamental de la campaña: ahora mandamos nosotros. -Estamos aquí porque sabemos que Inglaterra es el principal financista de las guerras contra Francia, y vamos asegurarnos de que esto no vuelva a suceder. Pero no es intención nuestra colonizar la isla ni mucho menos. Pretendemos que una nación como la suya continúe su ritmo de vida… solo que con unos cambios.

Para comenzar, su padre no volverá al trono de Inglaterra. Ni sus hermanos. Después de todo el único que esta aquí es usted, y sus ideas se acercan mas al modernismo político que necesita esta potencia. Queremos que acepte el trono de Inglaterra.

La cámara de los Lores será eliminada, en su lugar habrá una asamblea legislativa votada por todo el pueblo. Cada estado tendrá por lo menos un representante donde no valdrán los títulos aristocráticos. Será igual de bueno para legislar un campesino, como un Conde. Además no habrá en ella militares en activo y durante la primera etapa, el Mariscal Ney asumirá su presidencia como primer ministro. Será el único extranjero en la asamblea.

-Pero, ¿Qué sabe un campesino o un herrero de política? Ni siquiera entienden como deben dirigirse a un superior.

-Ese es el punto, que ya no habrá superiores y créame cuando le digo que el pueblo llano no sabrá como presentar un escrito pero sabe muy bien cuales son la leyes que necesita. Después de todo son ellos los que trabajan y hacen a la sociedad.

-Como ejemplo- intervino Caffarelli –me viene a la memoria la primera asamblea francesa. Estaba formada por una amplia mayoría de abogados que siguen siendo los mas hábiles en materia legal, pero aún así sabemos de la brillante gestión de un carnicero llamado Legendre. Un diputado que legislaba a la par de Danton, Robespierre, Mirabeau o Felipe de Orleans.

El príncipe asentía con la cabeza, mientras mostraba su gesto contrariado. Yo aproveché su silencio para continuar.

-En materia de política exterior deberá usted reconocer la independencia de Estados Unidos, Canadá, y Nueva Gales del Sur con todas sus islas del pacífico. Dejo en sus manos el buen hacer inglés en la India, pero las posesiones del sur de Africa serán devueltas a Holanda, retirando todo vestigio militar de la zona. Irlanda, Gales y Escocia deberán obtener su autonomía, no será reconocida su corona en estos territorios. Por supuesto renunciarán a Egipto, Malta, Siria, a las islas del Atlántico central y a las pretensiones de Bélgica, Holanda y las Antillas.

En lo que se refiere a materia militar, cerraremos toda escuela de armas en la isla. Si quiere educar a sus hijos tiene usted la invitación formal en París. El almirante Ganteaume se hará cargo de la marina, siempre bajo órdenes de Ney. El almirantazgo inglés pasará a retiro al igual que Whitelock, Moore y el resto del generalato. En los próximos treinta días, la flota inglesa completa deberá reunirse en los puertos de Londres, Dover y Liverpool y ponerse a disposición de Lucas. Este luego entregará a Ganteaume el mando general. 

Una vez cumplidos todos estos requisitos podremos considerarnos aliados y habremos pacificado a Europa. Por supuesto que al considerar la alianza, Francia se compromete a la defensa de la isla y con ello tiene el compromiso de los demás reinos europeos.

Se hizo un silencio general. Yo aproveché para repasar mentalmente los manuscritos de Napoleón para no olvidar ninguna de las consideraciones que él anotaba. Era de estos cuadernos de donde yo sacaba las condiciones del nuevo orden político inglés. Todos sabíamos que condenábamos a la isla a un retraso total, ya que no solo la dejaríamos sin reservas de oro, también le quitaríamos los medios (la fuerza naval) y las fuentes (las colonias) para su desarrollo. Dependerían únicamente del comercio con Europa y de su única posesión de ultramar: la India.

De pronto el príncipe quitó la vista de los mapas y su altivez se notó más al responderme.

-No puedo aceptar tales condiciones. Eso sería condenar a la corona a una muerte lenta y segura. Todo lo conseguido durante siglos de trabajo no puede tirarse por la borda. Prefiero morir ante un pelotón de fusilamiento. Lo mínimo que debo exigir es la conservación de las colonias más cercanas, la unión de todo el Reino Unido y el mando de mis fuerzas armadas. Sin esto no creo que lleguemos a un acuerdo.

-Majestad- intervino Ney –Según parece usted no está en condiciones de exigir nada. Bien podríamos decidir un reinado francés en Londres de por vida. Sugiero que penséis en las condiciones de Berthier.

-Caballeros, mejor nos retiramos a descansar.-Dije poniéndome de pie. –Fue un día muy duro para todos. Mañana con la mente despejada podremos pensar más claramente y sopesar el pedido del príncipe, y usted alteza medite bien nuestra propuesta. Estoy seguro que llegaremos a buen acuerdo. Señores nos vemos en el desayuno.

Sin decir más me fui del salón seguido por los otros mariscales. Sebastiani ordenó a Bugeaud la disposición de la guardia para la atención del prisionero. Se organizó su traslado a la torre de Londres mientras nosotros nos acomodábamos en el palacio. Era una forma de demostrar quien estaba al mando ahora.

Estaba dándome un baño cuando me enteré que Soult, Marmont y Murat habían llegado para pasar la noche y hacían lo mismo. Sebastiani asignó a aquel cabo las disposiciones del palacio y el propio general recorría las diferentes guarniciones francesas asegurándose que no habría disturbios durante la noche.

La primera reunión vespertina la tenía con Lucas. Quería enterarme del estado de la armada y el almirante mandó a llamar al Capitán Dubourdieu. Lo bueno de este estado mayor es que había un ministro de marina, por lo cual yo no tenía que estar obligadamente al tanto de los mandos navales. Por ello pregunté a Lucas quienes eran los actores en este terreno y me enteré que Napoleón había mandado varios cambios en el último año.

-Los almirantes Ganteaume y Villeneuve estaban al mando de la operación, pero tras el último fracaso de Villeneuve, el emperador envió a Rosily a reemplazarlo. Rosily no quiso dejar el mando del Mediterráneo, pero me permitió venir a mí dado que Ganteaume estaba bloqueado en Brest. Ahora Ganteaume esta en Bristol con su flota, en Dover el comando lo tiene Magón a bordo del L’algesiras, que responde a mi mando igual que el capitán Bernard Dubourdieu aquí presente, que con el Bucentaure realizó el desembarco en Liverpool luego de batirse en Portsmouth y liberar a Ganteaume.

-Veo que estuvo atareado, capitán

-Bueno, estaba dentro de los planes, Mariscal. Ayudó mucho la poca resistencia en Portsmouth donde capturamos varios buques menores enemigos y un 74 cañones, el Proserpine, que los muchachos rebautizaron con el nombre de “Boulogne Sur Mer” en honor del puerto de donde partimos. Lo llevamos hasta Liverpool. Allí no tuvimos resistencia, el estuario tenía muy pocas defensas, muchos barcos pesqueros, solo algunas fragatas. Supongo que no pensaban que llegaríamos tan lejos.

-¿Se reunió usted con los Mariscales en Birmingham?

-Sí, con el Mariscal Soult. Y también tomé contacto con el Mariscal Marmont por correspondencia, ya que cuando él llegaba yo estaba partiendo hacia el Norte luego de dejar una guardia en Bristol. Allí también presentaron batalla una fragata y unos bergantines, pero no resistieron mucho. Aunque a decir verdad, el miedo de los ingleses no era por nosotros, la noticia del desembarco del emperador con más de 100.000 hombres hizo el trabajo nuestro antes de llegar a sus puertos.

-Mariscal- intervino Lucas -¿Va usted a asumir el gobierno de Francia, ahora?

-No es esa mi intención. Por el momento mi responsabilidad se reduce a lo militar. ¿Por qué lo pregunta?

-Porque al mismo tiempo de agradecerle el ascenso a Almirante Mayor, me gustaría recomendar el ascenso de Dubourdieu y de Magón. Ambos oficiales tienen otra visión de la tarea naval y son hombres de mi entera confianza…

-Haga usted mismo las disposiciones que crea pertinentes. Forme su Estado Mayor con los ayudantes que crea convenientes. Tiene mi respaldo. Pero a partir de ahora quiero que la marina tenga más participación y contacto con el Estado Mayor de Tierra. Y por consiguiente será usted responsable de las actuaciones de sus hombres.

-Gracias Mariscal, así será. En cuanto a lo que sigue, pensé en enviar la flota hacia el Norte, en ambos mares, apoyando las incursiones rumbo a Escocia.

-Estamos de acuerdo, pero eso será a partir de mañana. Hoy quiero que descansen. Antes, deberé disponer para mañana también las órdenes a la marina británica. Este punto nos es un poco difícil ya que no conocemos mucho su estado ni sus posiciones. 

-Es su arma más fuerte, Mariscal. Siendo sinceros, la supremacía inglesa en el mar es inigualable por el momento, al menos que nos adueñemos de sus barcos, de sus escuelas navales, y limitemos el accionar de su almirantazgo. Sugiero que compartamos algo de esto con los españoles. Ellos lo agradecerán ya que la flota del rey Fernando es un punto fuerte y en este momento es un aliado importante de Francia.

Una idea sería investigar todo lo relacionado con sus construcciones navales, sus mandos y maniobras, para trasladarlo a Francia en manos de profesores españoles. Creo firmemente que necesitamos desarrollar una escuela naval más fuerte y preparada en futuras generaciones.

-¿Confía usted en el almirante Decres, en Villeneuve, en Ganteaume?

Ante la pregunta directa sobre el ministro de marina y sus almirantes, Lucas hizo silencio. Observé a ese hombre de muy corta estatura, regordete, con cara de bonachón, pero de una personalidad muy dura, forjada sobre un barco desde su adolescencia. Hablaba suave pero escondiendo la potencia de su voz. Sus ojos me escrutaban tratando de decidir entre lo políticamente correcto y lo que pensaba en realidad.

-Confío en Ganteaume y en Rosily.

-¿Qué hacemos con Nelson y sus pares? ¿Podemos ordenar que se entreguen aquí en Londres?

-Si yo estuviera en lugar de Horatio Nelson y me dijeran que Inglaterra está bajo dominio enemigo, juntaría toda la flota y atacaría la capital con toda la fuerza posible. Inclusive traería hombres y armas desde las colonias. Una excelente oportunidad para hacerme cargo del gobierno, ya que de lograrlo, estaría en la misma posición que Bonaparte cuando volvió de la campaña de Italia.

-Si me permiten una idea- intervino el ahora vicealmirante Dubourdieu –Ni Nelson ni nadie en el mar ni en las colonias, recibirían un comunicado tan rápido de la situación. Pienso que deberíamos enviarle una orden de acercarse a Londres dado un inminente pacto entre ambos países. Algo así como que el rey o el primer ministro requieren de su presencia para consultarle los próximos pasos durante la tregua. Podría desembarcar en Portsmouth donde lo haríamos prisionero capturando toda la flota. Y la misma comunicación con Collingwood y con el resto. Ya tenemos a Gambier. Pero teniendo las principales flotas, la del Atlántico y la del Mediterráneo, tenemos más de la mitad de la tarea hecha.

Meditamos el plan y a Lucas le pareció convincente. Los despedí convocándolos para la reunión del día siguiente.

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