Capítulo XXXI

8 de Diciembre de 1805

XXXI
El cuaderno de Berthier
Birmingham


La lluvia y el viento se ensañaban con la costa cuando desembarcamos en el puerto de Liverpool. Decidí hacer una reunión general con todos en cuanto llegásemos a Birmingham por lo cual, Soult envió a la división de caballería ligera, los húsares, del general de Brigada Pierre Margarón que se uniría al general de división Claude Legry en Glasgow asumiendo el control de la región y así liberar a Lannes y a Bernardotte que junto con el resto de sus divisiones volvían para acompañarnos a Francia. 

Habíamos vuelto con la flota de Lucas que, luego de dejarnos en el puerto, nos esperaba junto con la flota de Dubourdieu, cargando efectivos para volver a Boulogne, dejando el relevo a Ganteaume.

Igual, los mandos navales tardarían en transportarse porque estarían presentes en la reunión de despedida. Era por ello que La flota de Magón, sin su vicealmirante a bordo, tomaba posiciones en el puerto de Dover a la espera de nuestros soldados para su embarque. También esperábamos la llegada de Augereau y de Darú, quienes venían a ponerse a disposición de Ney.

Además de estos se quedaban los citados Legry y Margarón, Soult, Segur, Ganteaume, y un nuevo vicealmirante, el recién ascendido Hubert, que estaba al frente del Indoptable en la batalla, y ahora se quedaba a cargo del Victory. El otro ascendido era el flamante contraalmirante Denieport, quien capitaneaba el Nuevo Algesiras.

Las flotas de Magón y Dubourdieu no solo se encargaron del transporte de los soldados sino que también reparaban y adosaban a sus escuadras los diferentes barcos capturados. Una vez rescatados y reparados el Achille, el Neptune y el Indoptable, deberían hacer lo propio con los ingleses Temeraire, Colossus, Conqueror, Tonnant, Revenge, Caesar y el Royal Sovereign ahora renombrado Nuevo Algesiras en honor al francés que quedaba desmantelado en la costa irlandesa como tumba en memoria a los que perecieron en combate y en recuerdo de su increíble hazaña en la batalla.

Por orden de Emmet, lo reflotarían sobre los riscos y lo adornarían como monumento a la alianza militar que permitió la liberación de Irlanda. El Prince, y el Victory quedaban también en los puertos de Cardiff y Liverpool pero luego seguirían al mando de Ganteaume.

Cuando llegamos a Birmingham, Ney me recibió con un abrazo. Mientras comentábamos las novedades y los episodios de los últimos dos días comenzó a llegar el resto del alto mando. Bugeaud disponía un desayuno de media mañana y comenzábamos a juntarnos todos en el salón principal del palacio del Primer Ministro. También estaba Sebastiani quien nos contó como marchaban las cosas en Londres.

-Como es normal, hay cierto resquemor pero la gente se comporta dentro de lo debido. He ordenado que se engalane la ciudad para las navidades y se prepare lo necesario para elegir los representantes de la ciudad al parlamento. Algunos ciudadanos, los notables, se atrevieron a proponer una disposición. Según ellos, dada la importancia de Londres y su masiva población, deberían tener más de un representante.

-Ciertamente así será,- respondió Ney- no podemos negar que la influencia de la principal ciudad portuaria en la cámara debe ser considerable dado que aún se concentran allí los mayores negocios de la Bretaña. Pero lo primero que haremos una vez elegido el parlamento será un censo, y no solo civil, sino también económico. ¿Cómo está el Capitán Berrenger?

Mientras Sebastiani y Ney charlaban observé que Bugeaud me hacía señas confirmando que estábamos todos. Repasé a cada uno de los presentes. Mariscales Ney, Marmont, Lannes, Bernardotte, Soult y Murat. Generales Sebastiani, Segur, Caffarelli, Suchet, Trelliard y Vandamme. Los demás estaban rumbo al continente. Almirantes Ganteaume y Lucas, y los Vicealmirantes Dubourdieu y Magón.

Hubert y Denieport estaban a cargo de los transportes en sus escuadras mientras que Berrenger había quedado a cargo de Londres.

Le dije a Bugeaud que podía cerrar las puertas. Al salir y cumplir la orden se hizo un silencio expectante en la sala donde todos me miraban.

-Bueno. Podemos dar por terminada esta campaña. Lamentamos entre las noticias que el costo haya sido tan alto. Como sabrán además de Napoleón Bonaparte también hemos perdido al general Le Blond junto con un total de 26.000 hombres aproximadamente. Necesitaremos reestructurarnos y mantener la imagen para hacer saber que Francia sigue siendo la primera potencia militar del orbe.

Ahora solo resta volver para la mayoría mientras se recomponen las actividades de las islas. En dos días el primer ministro Ney recibirá la visita de Robert Emmet, el primer ministro de la república de Irlanda. Allí nos hará saber sus planes de gobierno y la composición del mismo. En cuanto Ney y el Rey William le saluden como tal, quedará ante los ojos del mundo reconocida la nueva nación. Solo restará formar el nuevo parlamento en Gran Bretaña y cuidar que todo siga adelante en paz.

Las disposiciones en Gran Bretaña están bastante diseñadas y pronto lo estarán en sus colonias. Nosotros deberemos hacer lo mismo con las posesiones que pasan a nuestras manos y sobre todo con la política interna que también cambia de nombre propio. Lo que me interesa es garantizar que Inglaterra ya no vuelva a ser una potencia naval que se escape de nuestras manos. Pero aún quedan varios capitanes de navíos con barcos dando vueltas por los océanos. Es importante comunicar con rapidez el fin de la campaña, por eso urge que la marina inglesa se entere y además que avise al resto del almirantazgo en las colonias. Almirante Lucas, ¿tiene algún plan para anular el poder inglés sobre el mar?

-Si, el más fácil y rápido: quitarles sus mejores barcos, y desmantelar sus astilleros en las colonias. Las fábricas militares en las islas británicas deberán estar bajo el control de Ganteaume. El cierre de los astilleros en la isla y el traslado de las escuelas de la Royal Navy a las costas francesas favorecerían mucho a este plan. Estamos reponiendo los elementos perdidos en Trafalgar tomando naves como el Victory, el Royal Sovereign o el Britannia.

-Bien Lucas, haga el favor de disponer todo eso lo antes posible. Estaremos mas tranquilos cuando la Royal Navy esté en casa y en paz. 
Les advierto que el Rey William no está muy por la labor, así que Ney y Ganteaume deberán estar con los ojos bien abiertos. ¿Tiene las disposiciones, Ney?

-Si. No se preocupe por el rey, yo me encargaré de su vigilancia desde esta ciudad. Aquí en Birmingham, tendrá su sede junto conmigo y el Parlamento. Ganteaume comandará la marina inglesa desde Londres y Cardiff, con ayuda de Segur, mientras que Soult quedará a cargo del ejército con sus divisiones en Leeds. Tenemos dos divisiones en Glasgow y Berrenger será trasladado a Edimburgo. Ahora nos abocaremos a las elecciones, restablecer la industria, el control de las colonias y el comercio.

-Perfecto. Irlanda ya no será un problema de la corona británica pero no olviden que tendremos un puerto que quedará bajo su administración.

Lannes, Bernardotte, Marmont, y Murat con sus respectivas divisiones vuelven al continente conmigo. Partimos mañana así que será mejor estar embarcados hoy mismo. Lucas disponga nuestro traslado.

Durante el resto de la mañana solo se hacían los traslados y las comunicaciones pertinentes. También recibimos a Augereau y a Darú que llegaban para ponerse bajo el mando de Soult y Ney. Cuando hablé con Darú me comentó que la base de Boulogne estaba a cargo de Junot, lo cual me dio la pauta que el andaluz había tenido problemas. De los cadáveres no había noticias, pero ambos generales estaban pendientes de ver al emperador para entregarles noticias del continente. Así que decidí ponerlos al tanto de todo en una reunión a solas donde estaba invitado Ney. No hubo problemas con Augereau, pero Darú no estaba muy conforme con la situación

-Disculpe si disiento, mariscal, pero creo que es un error no haber comunicado de inmediato a París la muerte del Sire. Si yo fuera usted habría suspendido esta campaña en el preciso momento de…

-Justamente, general, ni se suspendió esta campaña ni se comunicó por correo el deceso porque era yo quién estaba a cargo y no usted. Y hasta ahora sigue siendo así. Por lo pronto, se pondrá a disposición del primer ministro y eventualmente de quien él ordene. ¿Alguna otra consideración de su parte, general?

No le había dejado réplica alguna. Desde hacía tiempo había aprendido a desarrollar esa dialéctica militar que impone el cargo por sobre las disidencias, lo cual me permitía soliviantar muchas decisiones, especialmente en lo que respecta al ejército.

Pero sabía que me esperaba un buen baile en Francia, uno que tendría que evitar a toda costa. Y al parecer por la carta de Antonio las cosas se complicaban por un tal Bessieres. Ni me molesté en responderle porque seguramente llegaríamos antes que el correo.

Si me asombró la velocidad con que Ney disponía de la política inglesa, mas me asombró la capacidad de Soult para tomar decisiones administrativas. Parecía que había nacido para esa función y además demostraba que le gustaba la tarea. A mediodía nos reunimos los tres con Lucas y Ganteaume. Dejamos en claro la posición de todos y a partir de ahí los nuevos gobernantes de la isla se reunieron con el Rey para integrarlo a las charlas.

Sebastiani me comunicó durante la comida que las tropas se dirigían a Cardiff y Dover para el embarque de vuelta. Larrey dejaba en manos de su segundo las tareas médicas, incluyendo el montaje de un nuevo hospital de cirugía que se instalaría en la catedral de Wenminster. La vida en la nueva capital volvía a la normalidad y al parecer en el resto de las ciudades del reino.

En el transcurso de la tarde fueron llegando los comunicados de cada condado, respondiendo al llamado al orden del nuevo monarca y a la invitación de la coronación oficial.

A las 3 de la tarde había convocado a todo el Estado Mayor a una última reunión. Además de todos los anteriores estaban Larrey y Jomard.

Fueron haciendo silencio poco a poco. Se les veía cansados, especialmente a los del ejército. Cuando todos estuvimos presentes el teniente Bugeaud cerró las puertas quedándose del lado de adentro, no sin antes colocar dos hombres del otro lado.

-Señores he hecho algunas indagaciones referentes al principal problema que debemos afrontar ahora: la sucesión al trono del emperador. Al morir Napoleón me encomendó tres tareas: Asumir el mando militar en su lugar, asegurar la herencia económica y la protección de su familia, y entregar el trono de Francia a su hermano.

Tengo muy en claro los dos primeros puntos. El inconveniente es el tercero. No pretendo faltar a la palabra del Sire, pero pienso superponer los intereses de Francia a los personales, y con esto quiero decir que buscaré al heredero que mejor encaje en el perfil de un hombre capaz de conducir políticamente a una nación que domina casi toda Europa y muy probablemente en tiempos de paz. La tarea será ardua, pero basada mas en problemas sociales, económicos y políticos que militares. Por lo tanto pretendo que el futuro emperador esté a la altura de los acontecimientos venideros, dotado de una carrera legislativa acorde al puesto y rodeado de los asesores mas competentes, capaces de llevar adelante una línea de gobierno coherente con las necesidades de desarrollo del pueblo.

Napoleón deja cuatro hermanos con vida: José, actualmente Rey de Nápoles; Lucien, ahora al frente de la Asamblea Nacional; Jerónimo, en Estados Unidos; y Luís, Rey de Holanda. Según los escritos que el Sire me dejó, hay diferentes conflictos con cada uno de los hermanos para confiarles el trono de Francia. En pocas palabras, creo que deliberadamente dejó en mí o en nosotros la elección. Antes de tomar una decisión definitiva quiero escuchar abiertamente la opinión de cada uno de ustedes.

Miré a Bugeaud quien a su vez me miraba sorprendido por el discurso que acababa de escuchar, mientras daba tiempo a las cavilaciones de los hombres que tenían que manifestar la idea que les rondaba en su mente. Fue Marmont el que se adelantó con la consabida pregunta

-¿Ha considerado usted, Mariscal, la posibilidad de asumir el gobierno?

-No. Aún hay cuatro opciones por delante antes de considerar siquiera esa posibilidad.

Ney –Yo sigo con la opinión que le manifesté anteriormente. Para mi el candidato es Lucien, dado que Jerónimo y Luís aún no tienen la experiencia política de los mayores, aunque debo reconocer que el rey de Holanda esta haciendo bien las cosas. José es un excelente letrado que podría asumir el control de la Asamblea, pero creo que como Rey en Nápoles nos ha traído demasiados dolores de cabeza. Antes consideraría la postura de la señora de Murat…

Todos miraron al cuñado de Napoleón y Mariscal de Caballería

Murat –No creo que sea la mejor opción. Mi mujer ya bastante tiene con mi casa por ahora. También me inclino por Lucien aunque sinceramente apoyo la idea de que el Mariscal Berthier sería el sucesor natural. Un hombre de armas en el gobierno le da al pueblo mayor seguridad.

Berthier –No se preocupen por ello, no pienso dejar mi puesto, y creo que ustedes tampoco. ¿Lannes?

Lannes –Apoyo a Lucien o a Luis. Siempre que no sea usted el candidato, Berthier.

Soult –Creo que Lucien sería el mejor, pero no corresponde dejar de lado a José, tendremos problemas.

Poco a poco fui escuchando a todos y Lucien Bonaparte era el mas apoyado, en caso de no acceder a nuestra petición la opción de Luis era la que seguía. Jerónimo ni siquiera fue tenido en cuenta y José era el ninguno quería. Salvo Soult, todos estaban de acuerdo si yo quería el puesto.

Tanto Lucas como Ganteaume coincidieron en que el ministro de Marina Decres debía volver al mar y aunar el ministerio en uno solo, lo que fue apoyado por la gran mayoría. Cuando finalizaron sus recomendaciones yo ya tenía la resolución del caso.

-Mañana, cuando estemos en el continente, nos iremos a París, cada uno a su puesto. Lannes y Murat me acompañarán a hablar con Lucien Bonaparte. Murat, usted será el nuevo ministro de defensa de la nación, y contará con la estimable ayuda de Lucas. Quiero que este ministerio se ponga en marcha antes de la asunción del nuevo emperador.

Marmont, necesito que usted ponga en antecedentes de todo a Luis Bonaparte y me comunique de inmediato su reacción. Lo necesitamos de nuestro lado, ésto es que apoye la candidatura del reinado de Lucien sin fomentar disidencias con posibles partidarios de José. Evalúe las necesidades que pretenda para su gobierno en Holanda.

Dubourdieu a usted le encargo lo mismo con el capitán de navío Jerónimo Bonaparte. Luego de obtener las respuestas nos reuniremos en París. Los puntos siguientes: comunicar la decisión a José, a la Asamblea, y al pueblo de Francia. Si no hay nada mas continuaré la reunión con Ney, Bernardotte, Soult, Lannes, y Marmont.

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