Capítulo XXVI

7 de Diciembre de 1805

XXVI
El cuaderno de Berthier
Monsieur Primer Ministro


Una vez sentados en unos cómodos sillones y hechas las presentaciones de rigor, un soldado que hacía las veces de asistente nos sirvió café y te. Entre tanto el mariscal comentaba con los ingleses algo sobre como habíamos descansado mientras yo hacía como que revisaba unos papeles hasta que nos dejaron a solas.

Escuchamos lo que el príncipe tenía que decir. Cuando hablaba me observaba a los ojos mientras yo atendía a Bugeaud que, sentado en una butaca a mi derecha, me traducía al oído. Al parecer estaba convencido de que no iba a sufrir graves problemas a su economía ni en los intereses militares. Por lo visto pensaba que el primer ministro sería nombrado por él como se solía acostumbrar en la corte inglesa. Así que acometió directamente con la cuestión de las colonias.

-Deben entender que nuestras posesiones de ultramar son de vital importancia para nuestra subsistencia y nada tienen que ver con los conflictos en este continente. Es un trabajo de siglos que no podemos regalar. Fíjense sino el caso de Unión Americana, se independizaron, sí. Pero llevarán toda su vida nuestra lengua, nuestra cultura, nuestra indiosincrasia. Después de todo son nuestros hijos.

-Bueno- respondió Ney –pero políticamente son hijos de la revolución francesa. Su gobierno se basa en la autonomía individual sin reconocer títulos aristócratas. Sus leyes son debatidas por representantes del pueblo que son electos por todos los hombres libres, como en Francia.- y sonrió.

-No niego que son tiempos de cambios en los sistemas de representación gubernamental y materia legislativa, pero no es necesario llegar a la masacre que se consumó en París en los tiempos del terror. Hasta ustedes tuvieron que dar marcha atrás y volver al sistema monárquico para enderezar las cosas. En cualquier caso, no puedo permitir quedarnos sin nuestras colonias. Y mucho menos considerar la entrega de nuestros principales puntos estratégicos del mediterráneo. El señor Stonehedge se lo explicará mejor que yo.

Era el asesor que tenía a su derecha, quien con gesto muy serio tomo la palabra.

-El problema de las posesiones británicas dentro de Europa es que son todas muy importantes para el desarrollo de nuestra economía, así como en su mayoría, puertos importantes de abastecimiento para nuestra flota. Y como bien sabrán, la Royal Navy es la principal arma de las potencias europeas para custodiar los mares y proteger el transporte y las comunicaciones con nuestras colonias. Además, la posición preponderante de la corona británica en el continente se verá bastante dañada tanto por la guerra de América como por la invasión francesa. Comprenderán entonces que no podemos permitirnos acceder a sus peticiones ya que sería rebajar más aún la dignidad y la imagen del reino ante las demás coronas europeas. Insistimos en que no estamos en condiciones de considerar siquiera la posibilidad de desprendernos de Malta o las islas del Egeo. Mucho menos de Egipto o Irlanda.

Nosotros habíamos elaborado un documento donde el príncipe sería coronado rey, otro donde el ya rey de Inglaterra nombraba a Ney Primer Ministro plenipotenciario y aceptaba todas las condiciones, y por último una carta para los almirantes y gobernadores comunicando el nuevo estatus del reino y su relación con Francia y el resto de Europa a partir de ese momento. Para la elaboración de dichos documentos, Ney se había valido del aporte de varios diplomáticos que trabajaban principalmente en el ministerio de asuntos exteriores a cargo del ministro Tayllerand.

Hasta ese momento yo creía que los que perdían simplemente se contentaban con salir vivos, esperando que alguna amnistía les permitiese salir de la cárcel algún día. Así que firmaban y trataban de mantener el tipo como habían hecho Moore o Beresford en Epson. Pero no. Al parecer estos tipos negociaban la rendición como si fueran los que hubiesen ganado la guerra o como si aún tuviesen ejércitos para seguir luchando. Y de pronto me acordé de Jervis y de Collingwood. Y de la batalla de Trafalgar. Se ve que Ney también pensó en todo esto mientras el asesor hablaba porque al pedirme permiso con la mirada para responder se notaba su agresividad en el rostro.

-Permítanme señores dejar clara la posición de negociación en que se encuentra en estos momentos el príncipe: Aquí tenemos un documento que termina con las hostilidades entre ambas naciones, donde replanteamos algunos puntos en beneficio de la casa real de los Hannover.

Dejaremos a Inglaterra las colonias de Nueva Gales del Norte, la India, Nueva Gales del Sur y todas las demás menos las de Africa del Sur que serán devueltas a Holanda, las posesiones de las Antillas, que pasarán a Francia, Malta que pasará al reino de Nápoles, Egipto que será un reino libre al igual que Siria. Tanto Chipre como las islas del Egeo quedarán en manos del protectorado francés al igual que el puerto de Gibraltar. Irlanda será una nación independiente, mientras que por ahora Gales y Escocia pueden quedarse dentro de la administración de este reino.

En lo político el Estado Mayor Francés me encomendó la tarea de asumir el puesto de Primer Ministro de Reino Unido durante cuatro años para asegurar el cumplimiento del tratado, poner en marcha la representación legítima de cada ciudadano en la Asamblea legislativa y garantizar el normal desarrollo de las relaciones bilaterales.

Referente a lo militar, no creo que tenga mayores inconvenientes con los puntos de abastecimientos de la Royal Navy en Europa, ya que su armada al igual que estos puertos dependerán de aquí en más de nuestros almirantes y créame que ninguno de ellos se quejó hasta ahora de su abastecimiento.

Ahora bien, ante estas propuestas quedan dos opciones: La primera es que usted firme y acepte ser nombrado Rey de la corona británica, incluyendo la aceptación de todas las condiciones. La otra opción es que usted se niegue, y, con permiso de mi superior aquí presente le prometo que lo pararé delante de un pelotón de fusilamiento a usted, a sus asesores, a los asesores de sus asesores, y así sucesivamente hasta que Londres se convierta en el mayor cementerio del mundo. Así que por favor, no me obligue a escuchar más tonterías y acepte la realidad: Inglaterra perdió la guerra, y firmará la paz con Francia. Con rey o sin rey.

Había hablado en forma pausada, sin detenerse pero sin apurar su locución. No fue una amenaza histérica, ni velada, ni hipócrita, ni insolente. Fue una amenaza realista. Dejando en claro que no nos importaba quien firmase, en ese momento ya éramos gobierno en Reino Unido.

Ante las palabras de Ney, el príncipe firmó todos los documentos que le presentamos. No le tembló la mano, no hizo ningún gesto, de hecho ni se inmutó. Fue su mirada la que dejaba en claro que lo hacía solo para salvar su vida. Sabía que no gobernaría nada, que sería prisionero. Al menos por cuatro años.

Entre esos papeles estaba el nombramiento de Michel Ney como primer ministro del Reino Unido, la orden a la marina real de volver a puerto y todas las demás condiciones antes mencionadas. Indignado, el nuevo rey británico me dirigió una mirada furiosa cuando se retiró sin saludar a nadie. Acompañado por su nueva guardia real, lo mejor del cuerpo de infantes de Sebastiani.

Mientras se perdía por el largo pasillo, sin dejar de mirarlo, le dije a Ney con un tono sin ninguna emoción y por lo bajo.

-En este sencillo, pero emotivo homenaje lo nombro Primer Ministro de Inglaterra…

-Al servicio de Francia, Mariscal. Al servicio de Francia.

Ahora el paso siguiente era poner las fuerzas vivas de nuestro lado para lo cual causó buena impresión en el Estado Mayor la captura del señor Pitt con los cofres de oro de la corona, intentando huir a Irlanda. Según informó Sebastiani, lo interceptaron hombres de Segur, en el puerto de Cardiff. El general que se había quedado a cargo de Gales dio orden de trasladarlo, junto con los cofres, hasta Londres donde Sebastiani le daría hospedaje hasta que lleguemos nosotros.

Cuando salimos de la reunión, la mayoría del estado mayor ya no estaba. Pero aun quedaba un grupo de comandantes para hablar con nosotros. El primero fue Sebastiani

-Mariscal, Berthier, las tropas están listas y ya marchan bajo el mando de Marmont a Cardiff. Lo hacen con equipaje ligero para no perder tiempo. La división de Caffarelli lo espera para acompañarle a usted. La guardia de Londres está lista.

-Bien, ahora estará a disposición de Ney hasta nuevo aviso.

El siguiente en adelantarse fue Lucas.

-Mariscal, ya he dispuesto los correos necesarios. Dubourdieu partió de inmediato, igualmente Soult y Murat. Las últimas disposiciones del plan se las comunicará Bernardotte. El capitán Berrenger será quién se quede custodiando el puerto de la capital. Quería saber si usted ordena alguna otra cosa para esa tarea antes de partir.

-Diga a Berrenger que estará a disposición de Ney hasta que usted regrese. Que coordine sus acciones con Sebastiani, quien será el que gobierne Londres hasta que el primer ministro disponga lo contrario.

Luego de poner al tanto de la situación del estado, el nuevo primer ministro se preparó para partir a Birmingham mientras Lucas cargaba con el peso de comunicar todas las novedades al continente y hacer llegar las órdenes a la flota inglesa y a las colonias. En realidad el documento no hablaba de una rendición sino de un pacto por el cual Francia e Inglaterra aunaban fuerzas.

Se había planeado un acto ceremonial en la abadía de Wenminster con motivo de la asunción del nuevo monarca, pero dadas las circunstancias, el nuevo rey asumiría en la nueva capital. Los últimos en despedirse hasta la vuelta fueron Ney, Lucas y Sebastiani. Parecía que solo quedaba Bugeaud para acompañarme.

-Mariscal, ya está todo listo para partir. En cuanto termine con el mariscal Bernardotte una berlina estará esperándole a usted en la puerta.

Al retirarse el teniente vi a Bernardotte parado en la puerta del despacho donde aún montaban guardia dos soldados. Me cedió el paso y nos acomodamos en los mismos sillones donde antes se mantuvo la reunión con el rey William.

-Le escucho, Mariscal Bernardotte.- Era un hombre amable cuando charlaba, muy distante de su arrogancia habitual cuando imperaban los tonos marciales y bastante más simpático que Ney.

-Dados los tiempos seré breve. En primer lugar, Soult y Marmont coordinaron una línea de comunicación en la isla de Irlanda para establecer contacto ni bien desembarquen. Pensaron en marchar convergiendo en el centro de la isla, pero dejaron la decisión final a su consideración. Lannes ya partió y yo le seguiré de inmediato. Nos reuniremos en Newcastle como lejos para avanzar juntos. Atacaremos Edimburgo al tiempo que Lucas en su puerto.

Ahora el tema mas espinoso.- hizo silencio unos segundos –Verá Mariscal, por razones políticas que no termino de comprender totalmente, ahora pertenezco a la casa noble del reino de Suecia. Como sabrá hay una especie de acefalía en ese gobierno dado que muchos pretenden un militar como heredero del Rey Gustavo. Desde hace un año, la corte discute sobre los candidatos que mejor les parece. Hace unos nueve meses, un grupo de partidarios me ofrecieron el cargo.

Cuando le consulté a Bonaparte su parecer simplemente me respondió que era una estupidez. No niego que, durante mi carrera, solo fui un súbdito y un subalterno fiel a Francia y nada más. Pero a partir de esa respuesta, tan grosera y a la vez tan mezquina, la relación entre el Sire y yo se deterioró por completo. No solo no me dio ningún apoyo, ni siquiera consideró mis posibilidades. Me ignoró completamente.

Ahora, con su muerte, todo cambia. No se qué sucederá en Las Tullerías de aquí en mas, pero debe usted saber que en cuanto termine esta campaña renunciaré a mis cargos en el ejército francés y marcharé a Suecia donde ya me han confirmado como heredero de Gustavo quien me adoptará como sucesor al trono y por consiguiente me pondré al mando de sus fuerzas armadas. Y espero contar con buenas relaciones con Francia, mas allá de quien sea el gobernante. Aunque debo advertirle que no seré un satélite de la política de París, esos hombres confían en mí para hacer de ellos un reino fuerte y soberano de toda atadura política.

No tenía idea de que responder a eso. Cada vez me gustaba menos jugar sin conocer las reglas de antemano. Pero empecé a comprender algunas cosas, como por ejemplo la desconfianza que Napoleón y Bernardotte se profesaban mutuamente. Y supe que tenía una posibilidad de poner a este tipo de mi lado.

-Espero que esta oportunidad que se le presenta sirva para aunar las relaciones entre ambos países. Después de todo usted sigue siendo hijo de Francia.

-Un amigo tan poderoso siempre es bienvenido.

-Mientras no me suponga ponerme en contra de nuestra nación, cuente con mi apoyo. Solo le pido que antes de marcharse me avise para disponer de su puesto, y siempre tendrá las puertas abiertas si desea visitarnos. Repito: tiene usted una gran oportunidad, aprovéchela

Al estrecharle la mano esbozó una amplia sonrisa y se relajó, como quitándose un gran peso de encima. Nos despedimos quedando en volver a vernos a la vuelta de la campaña para festejar su nombramiento. Al separarnos en la escalera del palacio me dijo:

-Mariscal, sé que algunos de nuestros camaradas le apoyan en su candidatura al gobierno de Francia. Por favor, añada mi nombre a esa lista.

-Como le dije a Ney, no soy una opción. Yo solo cumplo con mi tarea militar y ya pienso en mi retiro.

-Ya sé que usted no quiere saber nada del tema, pero siempre es bueno tener aliados.

Sonreí. Me saludó con una venia, subió a su caballo y se marchó.

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