2 de Diciembre de 1805
III
El cuaderno de Berthier
Boulogne Sur Mer
Durante ese viaje traté de hacerme a la idea de que no
iba a descubrir muy pronto lo que había sucedido, así que decidí acostumbrarme
a mi nueva condición de tiempo y lugar lo antes posible.
Manteniendo la boca cerrada para enterarme de la
situación, pude escuchar a Ney y un tal Soult, ambos mariscales igual que yo,
charlando sobre diversas cuestiones que me pusieron al tanto de fechas, lugares
y otras cosas, aunque todavía tenía muchos cabos sin atar.
Para empezar me situé en Francia, a principios de Diciembre
de un año que estaría entre 1800 y 1806. Estábamos camino a Boulogne, ciudad
que daba al Canal De La Mancha. Esa ciudad la reconocía de haberla estudiado en
la primaria, ya que allí había muerto el General José de San Martín, libertador
sudamericano. Otra cosa que me enteraba por la conversación y rejuntando las
fechas y lugares en mi memoria era que, en el marco de las guerras
napoleónicas, yo era una especie de Jefe de Estado Mayor y además de Mariscal
entendí que era el ministro de guerra de Francia. También nombraban a otros
pero no me quedaba claro quienes eran ni los podía memorizar a todos. Aun así
ya recordaba nombres como Bessieres, Oudinot, Marmont, o Lannes.
El tipo que viajaba frente a mí en la berlina, el más
callado, era el general Jean Junot. Tenía una expresión de extravío en sus ojos
y parecía estar menos informado que yo de que iba todo aquello. En la posta,
cuando paramos para comer, le pregunté su opinión sobre la situación para
enterarme un poco más y salió con una frase estúpida que hizo reír a carcajadas
a los otros dos, aunque no entendí porqué. Igualmente yo reí para seguir la
corriente. En ese sentido el plan, aunque siempre riesgoso, era sencillo: si
ellos ríen, yo río; si protestan o se indignan, yo igual. Hablar poco, escuchar
mucho, memorizar más y, sobre todo, esperar a que me den una orden de ir a tal
o cual lugar sin compañía para fugarme. Pero en poco tiempo me di cuenta que el
emperador era el único que me daba órdenes, y los soldados no me dejarían solo
ni para ir al baño.
Llegamos a Boulogne alrededor de las 2 de la mañana
del día siguiente. Cuando bajamos en la entrada del estuario de la
desembocadura de un río, nos dirigimos a unas casas en el centro del pueblo
donde nos alojamos. En mi cuarto, solo, se supone que debía dormir hasta el
amanecer, pero a pesar que me caía de sueño no podía pegar un ojo. Era la
primera vez en esta historia en la que podía reflexionar con un mínimo de datos
de donde estaba, en qué fecha, que estaba haciendo y sobre todo, el papel que
desempeñaba. Pensé en mi familia, en mis padres… ¿Me estarán buscando? Si,
obviamente mi madre estaría desesperada y mi viejo también, aunque quisiese
disimular convenciéndose que estaba de joda con algún amigo sin pensar en el
tiempo.
¿Huir? Podría aprovecharme de mi condición de Mariscal
en este lugar y momento para irme sin más. Los soldados que estaban en la
puerta responderían mis órdenes sin chistar. O por lo menos eso creía. Pero
primero tendría que tomar una de esas galeras que ellos llaman berlina. Y para
eso tendría que llevar algún soldado que la maneje. Y, seguramente, llevar una
escolta para no levantar sospechas, sino me seguirían o el emperador me
mandaría a buscar.
Lo único que me preocupaba era entender la mecánica
del “viaje”, porque si comprendía esta mecánica estaría más seguro de retornar
a mi lugar y en la fecha correcta ya que si había aparecido aquí sería por
algo.
Estaba pensando en ese plan cuando de pronto me
sobresaltó el sonido de la trompeta. Desde el día anterior mi reloj se había
acomodado a la nueva situación mas rápido que yo, por lo que sabía que eran las
6 de la mañana. Estiré mi uniforme, me lavé en una fuente que había en la
habitación y me alisé un poco el pelo. Mi imagen en el espejo no había
cambiado, por suerte no hacía falta afeitarme, cosa que no había hecho nunca.
Me dispuse a poner en práctica lo planeado durante la
noche, pero cuando salí al pasillo me vi envuelto de oficiales de alto rango
que me saludaban y hasta me cedían el paso al dirigirse escaleras abajo hacia
la puerta de entrada. Rodeados de tantos generales y mariscales sentí que mi
falta de reacción en su momento había frustrado mi huída.
Al salir a la calle, la fina lluvia seguía calando
hasta los huesos. Una vez mas agradecí la protección de esa capa, un elemento
de gran utilidad contra las inclemencias del tiempo, especialmente contra la
humedad. Cruzamos una plaza donde estaban aparcadas las berlinas que nos habían
trasladado. Atendiendo a las charlas formadas entre los oficiales supe que era
la antigua plaza de armas de la ciudad. Delante de nosotros se levantaba un
edificio muy parecido al de París, de donde habíamos partido, pero mucho más
pequeño, aunque igualmente señorial. Las columnas de frente eran rectangulares
y también sostenían ese gran triángulo decorativo con un escudo heráldico en el
centro. Se ve que era la moda de la época.
Al ingresar nos recibió un oficial que se dirigió
directamente a mí.
Palacio de Cléry |
- Mariscal Berthier, soy el capitán Nicolás Schmitz,
su nuevo jefe de campo en Boulogne. El emperador lo espera en el despacho de la
primera planta, luego del desayuno que se servirá en el salón comedor, y
también sus oficinas en Cléry ya están a su disposición.
Agradecí al capitán y seguí caminando hasta el salón
donde ya entraban el resto de los generales.
Éramos muchos mas que los del día anterior, reunidos
ante una larga mesa donde desayunamos café o té, y pan, un poco duro para mi
gusto, con mantequilla. Hablaban en forma desordenada de diferentes temas. Me
senté en una silla ubicada casi al final de la mesa, dejando en la cabecera a
Ney. Al observarlos noté cierta sorpresa cada vez que me descubrían
compartiendo la colación. Uno de los generales, un tal Rivaud, me dijo al
saludarme
-Mariscal, que grato verle compartir el desayuno con
nosotros. Desde hace tiempo el Sire acapara su atención casi permanentemente…
Fue Ney el que respondió por mí interrumpiendo al
general
-Mejor así, Rivaud. En este trabajo uno está mas
tranquilo cuando depende de hombres como Berthier en los despachos políticos.
Eran muchos los que asentían al escuchar al mariscal,
al parecer esa relación con el emperador me hacía más importante a los ojos de
los demás. Pero también me daba más miedo en mi posición de “infiltrado” en
esta historia. Otro motivo para intentar salir de acá.
Repasé mentalmente a los que conocía: Ney, Soult, y
Junot. Había otros de la reunión de París pero no sabía cómo se llamaban. Allí
conocí a Marmont y Lannes, y a otro llamado Augereau. También me saludó un tipo
que se llamaba Darú y uno de la marina que no escuche bien su nombre.
Junot era el único que no hablaba con nadie, estaba
como nervioso y se notaba que no había dormido bien. Ni siquiera estaba
peinado. Era un tipo delgado y alto como yo, pero tenía el pelo rubio y los
ojos más claros. Parecía querer esconderse detrás de las solapas de su
chaquetón y miraba furtivamente a cada uno mientras comía, hasta que se cruzó
con mis ojos y se sorprendió de que yo lo mirase fijamente. Tardó varios
segundos en bajar la vista y seguir comiendo.
Mientras comíamos estudiaba al tal Ney, mariscal de
Francia. Era un tipo regordete, algo más alto que yo y bastante hablador en la
mesa. A él también se dirigían con cierto respeto más acentuado que a los
otros, aunque por lo que pude apreciar la mayoría de los presentes eran
mariscales, generales de división y generales de brigada; los tres cargos mas
importantes en el ejército.
Eran casi las 7 cuando pensé en escabullirme para
fumar un cigarrillo y tal vez encontrar una oportunidad de escapar, pero
entonces un hecho me erizó la piel: en el preciso momento en que me
levanté de la silla, además de apagarse las voces, todos se pusieron de pie al
mismo tiempo, y no para saludarme. Mi movimiento había dado por finalizado el
desayuno y el generalato en pleno interpretó que yo quería comenzar con las
tareas del día y eso significaba que ellos también.
Y comenzamos. Salimos de ese salón a través de una
impresionante escalera de madera tallada hasta la planta superior.
Allí lo vi por primera vez entre unos hombres que no
tenían uniforme militar, pero sí el típico chaquetón que usábamos todos. Era
bajo, no era gordo como se veía en los libros de historia y no estaba tan calvo
como en esas imágenes. Nos miró a todos pasando la vista en cada rostro y habló
con calma:
-Gracias a todos por estar presente. Veo que tenemos
ganas de empezar ya que llegamos mas temprano de lo convenido. Y les pido una
vez más que calmen su ansiedad. No soy el más indicado para decirles esto ya
que los constantes retrasos en la operación hacen que estemos estancados en
esta posición más de cinco meses, pero parece que los problemas de transporte
naval se solucionan y, si bien no es la mejor época para viajar a la isla
británica, se podría decir que esta vez lo haremos.
Dentro de una hora partiré a la costa para revisar los
ejércitos. Actualmente el grueso del ejército se turna para trabajar en la
costa mientras la mayor parte maniobra en el interior del campo de
entrenamiento de Cléry donde se encuentra el comando de Berthier.
Como ya saben éstos están desde hace días listos para embarcar.
Si los cálculos no fallan, abordaremos antes de tres jornadas, lo que nos
llevará gran parte del día porque según los marinos necesitamos dos pleamares
para subir a bordo todos los efectivos.- desplegó un mapa sobre el escritorio
que tenía delante -Los ingleses nos esperan en Dover, y les daremos el gusto.
35.000 hombres desembarcarán unos 13 kilómetros al Norte, aquí, en Deal. Estos
soldados presentarán batalla a la resistencia de Dover.
El grueso de los efectivos, unos 75.000, llegará a
costas más asequibles, al Norte de Brighton. Allí no nos esperan pero también
hay una guardia de marina que depende de Dover. La intención es presentarles
dos frentes de desembarco ya que ellos saben que vamos ahí, pero no están
seguros de la cantidad de hombres.
Tardaremos unos dos días en llegar a Londres. Ni bien
pisemos tierra firme, la caballería de Murat se dirigirá a Deal para ayudar a
las tropas que desembarcarán allí. Así el primer cuerpo de ejército de
Bernardotte y la división de granaderos de Junot saldrán de Deal para sitiar la
capital desde el Sur. Murat, usted también acompañará a Bernardotte luego de
anular las defensas en el puerto de Dover.
Los demás seguiremos hacia el Támesis. El quinto
cuerpo de Ney y el tercero de Marmont entrarán por el Oeste. Soult con el
cuarto y Lannes con el segundo cuerpo lo harán por el Norte. Berthier al mando
de la guardia imperial me acompañará en el flanco de Ney. No quiero sorpresas,
así que tendremos que actuar con la mayor rapidez posible. La velocidad es
nuestra principal arma, no podemos perder ni un minuto.
Augereau se quedará en Boulogne con el resto de las
tropas preparado para cruzar el canal en cuanto lo necesitemos, y coordinando
con los hombres de la marina los correos de comunicación constante. A
continuación les hablará el vicealmirante Lucas.
Dejó espacio para el hombre de marina. Su voz grave
resonó fuerte en el salón:
-Para mañana a esta hora estarán atracando los
primeros navíos. El insignia será el Redoutable, un 74 cañones que servirá para
el desembarco en Deal. Lo acompañarán el Plutón y el Scipión, además de varias
fragatas menores. Yo mismo estaré al mando en esa escuadra. El grueso se
embarcará en el Formidable, el Indoptable, el Bucentaure, el Algesiras, el
Neptune, el Achille, y otros navíos de menor envergadura. En esta segunda
escuadra el buque insignia, el Formidable, estará comandado por el capitán
Bernard Dubourdieu, acompañado por el capitán Magón desde el Bucentaure. Ambos
hombres han servido en varias ocasiones bajo mi mando y confío en ellos porque
tienen sobrada experiencia en su trabajo. Digo esto para aplacar cualquier
temor, especialmente entre soldados que no hayan navegado anteriormente. Además
cada decisión de ambos comandantes así como de los demás capitanes de la
escuadra fue estudiada durante nuestro viaje hacia aquí. Durante dos días
repasamos cada variable posible en las condiciones marítimas y climáticas para
saber cómo actuar. Así que por favor pido a sus oficiales que acaten las
indicaciones de la forma más rápida que sea posible, ya que del cumplimiento de
los tiempos prefijados depende el 90 por ciento de la operación.
Teniendo en cuenta todo esto, dispondremos a los
marineros en grupos de tareas en la playa bajo mando de oficiales específicos
que coordinarán el orden y la forma de embarcar. Ellos ya saben cómo disponer
de animales, armamento y pertrechos siguiendo un sistema que agilice el
desembarque, arriesgando lo menos posible en caso de encontrar resistencia y
dejando margen de maniobra para combatir con nuestras armas si fuera necesario.
Estos buques son de lo mejor de la marina imperial, y
teniendo en cuenta que Nelson está en este momento buscándonos en algún lugar
entre el golfo de Vizcaya y Cádiz donde espera Rosily con la marina española,
no tendremos mayores inconvenientes que el clima. Pero aún así deben ya saber
que este tipo de embarcaciones no se puede acercar mucho a costas especialmente
escarpadas debido a su gran calado. Es por ello que resulta fundamental la
coordinación en el desembarco para no perder ni un minuto. Para embarcar
necesitamos de dos pleamares, como mínimo, y no podrán ser tres porque entonces
nos atraparían los fuertes vientos y sería casi imposible llegar juntos al otro
lado. Además de las mareas, estos vientos también juegan un papel importante ya
que en esta zona son cambiantes y nos pueden hacer perder la ventaja del factor
sorpresa.
Tenemos que aprovechar el único momento medianamente
apacible para el desembarco. Luego de eso, la flota se dividirá en dos rumbos:
la escuadra mayor irá a tomar el puerto de Plymouth y con ello liberar el
bloqueo a la flota del almirante Ganteaume en Brest. Luego deberá volver sobre
su estela y se reunirá en Deal con nosotros para dirigirnos directamente a
Londres, con la intención de bloquear el puerto y presentar batalla en la misma
desembocadura del Támesis, apoyando la entrada del ejército en la capital. Esto
significa que la única vía posible según los planes del Sire es hacia el Norte
ya que no hay pasaje de retorno por lo menos en tres días.
Hizo silencio mirando a Napoleón, dándole a entender
que su exposición ya había terminado. El Sire le agradeció adelantándose al
escritorio de mapas.
-Bien. Para el caso de que alguien tenga alguna duda,
les dejaré con los hombres de la marina. Consulten todo lo que les parezca, el
Vicealmirante Lucas está aquí por hoy solo para ilustrarnos sobre su tarea.
Mañana no habrá tiempo para esto ya esta noche volverá a embarcarse. Luego
sugiero que pasen revista a sus tropas para no dejar nada al azar. Lo mismo
haré ahora yo en compañía del Mariscal Berthier. Si queda alguna duda sobre la
actuación en campo enemigo ya la despacharemos esta tarde. Caballeros, nos
vemos al mediodía.
Mientras la mayoría se acercaba al mapa y a los
oficiales navales, los Mariscales como Soult salían a fumar en pipa y charlar
entre ellos. Yo me dirigí a la mesa tratando de pasar lo más desapercibido
posible, pero el emperador ya estaba listo para salir, así que me puse a su
lado y, rogando que todo saliese bien, montamos en nuestros caballos y pusimos
rumbo a la playa.
CAMPO DE BOULOGNE
ResponderEliminarEl llamado “Campo de Boulogne” era un conjunto de instalaciones tan alejados entre sí que hoy conforman un grupo de localidades independientes en la administración política de Pas de Calais, cuya capital es Boulogne Sur Mer.
El Campo de Boulogne se dividía nominalmente en campo de la derecha y campo de la izquierda. La división estaba limitada por el río Liane que atraviesa la ciudad.
Los soldados del ejército imperial se establecieron en el Campo de Boulogne desde 1803 hasta 1805 (batalla de Trafalgar).
El conjunto de campos y edificios afectaban los siguientes lugares:
Campo de la Izquierda (Al Sur del río Liane)
El Portal (Fort de l'Heurt) Originalmente “La Pequeña Puerta” se convirtió en “El Portal” cuando Napoleón le dio status de comunidad independiente para establecer allí una de las principales bases de asentamiento de la Grande Armée. Ordenó construir un fuerte, Fort de L'Heurt, en el plan de baterías costeras de defensas.
El Campo de la Derecha (Al Norte del río Liane
La Villa Imperial (Palacio Imperial)
Situado en la vieja ciudad fortificada y rodeado de jardines, el antiguo hôtel Désandrouin se convirtió en Palacio Imperial tras las dos visitas de Napoleón: La primera como primer cónsul y junto con su esposa Josefina para cumplir con su promesa de su viaje de bodas adeudado. Más tarde volverá como emperador y establecerá allí su Jefatura de Estado Mayor con vistas a la invasión de Gran Bretaña. Actualmente es sede universitaria.
Wimille
Situado muy cerca de la costa del Canal de La Mancha, Wimille es el lugar designado para los preparativos de la invasión. Allí se estableció el grueso de las tropas de la Armada de las costas del océano y dada la leva de soldados el emperador la rebautiza como Gran Armada (Grande Armée). Para conmemorar el acto manda a construir una columna de 20 metros que simbolice el comienzo del fin de la guerra con la invasión. Napoleón no ve la obra terminada.
Ambleteuse (Fort Mahon)
Esta pequeña localidad de menos de 2000 habitantes fue en la antigüedad Puerto Ictio, la base construida por Julio César para trasladarse a Londinium (Londres). Bonaparte reformó la desembocadura del río Slack para dotar a la zona de otro puerto de embarque. En esta obra trabajó el tercer cuerpo de ejército asentado en esta costa.
Pont dès Briques
El castillo de Ponte des Briques en Saint Léonard es el único lugar relacionado con el “Campo de Boulogne” de esta localidad. Si bien la residencia oficial de Napoleón era el Palacio Imperial, la distribución y planificación de las tropas fue hecha en este castillo.
Cléry
Al igual que Saint Léonard, lo destacable de esta comuna de las afueras de Boulogne era el hotel construido en 1766 por Michel Cléry, hoy Castillo de Hesdin-L'Abbé o Castillo de Cléry. En esta construcción se estableció la Jefatura del Ministerio de Guerra durante los preparativos de la invasión. Es decir las oficinas y vivienda del Ministro de Guerra Louis Alexandre Berthier.
Wimereux (Fort de Croÿ)
En esta playa se situaron dos fuertes en el plan napoleónico de defensas de la costa, el fuerte de Terlincthum y el fuerte de La Crèche. Estaban basados donde anteriormente se alzaba el antiguo fuerte de Croÿ, y fue asentamiento de las tropas de La Grande Armée.