Capítulo VII


4 de Diciembre de 1805

VII
El Cuaderno de “Berthier”
El Sire


A las 10:30 aproximadamente me tocó embarcar en el Formidable. Agradecí que mi embarque fuese de día porque el bote se zangoloteaba tanto que pensé que naufragaríamos a 50 metros de la costa. En aquel momento sentí que estaba temblando, pero dado el frío, era una sensación que se podía esconder fácilmente entre los oficiales que me acompañaban

En la misma nave viajaba la mayor parte del alto mando. Yo compartía un gran camarote con Napoleón y Ney y salvo unos pequeños implementos de campaña como mapas, cosas de higiene y un par de mudas de ropa seca y limpia, todo el equipaje estaba montado en una mula al cuidado de los ayudantes en cubierta, incluyendo la tienda de campaña del emperador que podía hacer de cuartel general en pleno combate.

A eso de las 12:30 zarpamos, pero sin alejarnos de la costa. No me costó acostumbrarme a la cadencia de la nave sobre el mar, ni tampoco al Sire, pero Ney pasó la mayor parte del viaje sentado o acostado.

En otras ocasiones, cuando los oficiales nos juntábamos, fuera de las charlas militares y políticas, se hablaba de cosas triviales como la familia, chicas, formas de cocinar tal o cual comida, costumbres de los pueblos de procedencia de cada uno..., cosas así. Pero rara vez se tocaban esos temas delante del emperador. Al parecer de algunos, no era precisamente muy avezado en temas de mujeres, y la familia le traía mas dolores de cabeza que soluciones.

Pero esa noche lo escuchamos hablar amenamente sobre su pueblo, Ajaccio y sus costumbres. Mientras bebíamos cognac, una botella que había traído él mismo desde París, nos contó de las pequeñas colinas de la isla de Córcega, los fuertes vientos que azotaban la costa en otoño y los calurosos y húmedos veranos, con su madre tendiendo la ropa en el fondo trasero de su granja, siempre con una escopeta a mano dado los problemas que representaba ser la señora de Carlo Buonaparte, el dirigente político y revolucionario independentista local.

Cara estirada que se iba redondeando al paso de los años, ojos pequeños de mirada serena, labios finos, nariz recta, de baja estatura aunque sin ser enano. Se veían indicios de calvicie en las entradas que empezaban a notarse en sus sienes, aunque no como en las imágenes colegiales. Apenas asomaba una pequeña redondez en su estómago, pero sobresalían sus hombros anchos con lo cual no parecía una persona gorda a pesar de una mediana estatura. Tampoco era muy musculoso, tenía en sus antebrazos las formaciones propias de quien se mantiene a base de trabajo pesado (una de las primeras tareas en la escuela de artillería es aprender a transportar material de guerra como cañones y proyectiles) pero no parecía de esos tipos que se matan en un gimnasio para aparentar una fuerza inexistente. Y al contrario que lo que uno imagina de un emperador, sus manos mostraban callosidades y rugosidad de quienes trabajan mucho artesanalmente y sin guantes.

Desde chico tubo que ayudar en las tareas de la casa y a él le gustaba estar en el huerto. Lo cual le favoreció a la hora de estudiar en la escuela militar de Brienne, ya que uno de los deberes encomendados a cada novato era la de formar un huerto privado de unos 15 metros cuadrados de donde debían proveer a la cocina. Y justamente por su origen en una familia de campo, esta fue una de las obligaciones en las que destacó llamando la atención de sus profesores desde temprana edad.

Si bien era un tipo al que le costaba sonreír, tampoco era un ogro malhumorado. Su sentido del humor era más bien fino y sencillo. Fino dado que las circunstancias graciosas las encontraba dentro de contextos complejos, propio de hombres que se habían educado pupilos bajo un régimen militar. Viendo las comodidades de la época, no creo que estar dentro de una escuela de artillería, rodeada de un campo de maniobras totalmente pelado, a merced de las inclemencias del tiempo, desde los 7 años hasta la adolescencia, no se forma un carácter muy dicharachero que digamos. Acostumbrado a posar en forma castrense desde las 6 de la mañana durante 8 años tratando de que el uniforme luciera impecable (cosa que al parecer nunca lograba), hace que el resultado sea opuesto al alma de las fiestas de la alta sociedad.

Parecía arrogante en su forma de dirigirse a los demás, pero todo cambiaba cuando estaba frente a un civil o en un contexto fuera del trabajo. Si bien mantenía su porte, las órdenes se impartían precedidas por las palabras que detallan un trato social solemne pero respetuoso. No le costaba nada pedir las cosas por favor, dar las gracias, felicitar o pedir disculpas siempre que fuera necesario. Y no parecía que lo hiciera por hipocresía, su posición avalada por los votos de una nación que realmente le respetaba, no requería de tanta cortesía. Era más bien parte de su formación lo que le obligaba al buen trato con sus pares.

Su sencillez natal, (y tal ves las penurias políticas de su Córcega) lo habían convertido en el típico demagogo de la época. Basado en la idea de pan y circo al pueblo, que ya había desarrollado el imperio romano, le gustaba la visión de su imagen popular como un general blandiendo su espada en su mano derecha y un semidiós derramando ternura y protección con la izquierda. Pero no solo en su fase política. También en la familiar donde otorgaba a sus hermanos todo tipo de consideraciones como títulos y posiciones, aunque se los quitaba de inmediato si no seguían sus instrucciones. Igualmente en lo militar donde tanto premiaba la bravura y el intelecto con ascensos y títulos nobiliarios como de pronto mandaba a retiro o encajonaba detrás de un escritorio al soldado que ya no respondía a sus expectativas en el campo de batalla. Era capaz de perdonar el miedo en un muchacho que cogía un fusil por primera vez pero no la falta de dinamismo en un general que no avanza cuando tiene la oportunidad de hacerlo. Esta lógica fue quizás la que aplicó cuando modificó leyes de prioridad de atención a sus subordinados: en todos sus ejércitos los soldados comían a la par de sus oficiales, generalmente lo mismo que ellos, y en cuanto a la atención médica, ya no se atendía según el rango sino que se daba prioridad según la afección, sin importar medallas o nombramientos.

Su fascinación por las ciencias y las artes, su avidez por aprender toda materia que se le mostraba oscura, le hacían admirador de aquellos que dominaban medicina, geografía, historia, música, pintura o arte dramático. De hecho se había convertido en un buen crítico de teatro a fuerza de acudir a los espectáculos y tratar de interpretar los guiones y actuaciones y, según sus palabras, al principio no entendía nada de esto, pero necesitaba entenderlo ya que la política tiene también caminos que pasan por demostraciones públicas de cultura y snobismo. Con el correr de los años y a fuerza de hacer campaña donde agradar a sus súbditos mas desconfiados (la aristocracia) había aprendido a apreciar el arte dramático y desarrolló cierta sensibilidad por la pintura y la escultura.

Con respecto a las ciencias todo le resultó mas fácil ya que desde que tuvo un mínimo de poder se rodeó de técnicos para saciar un apetito tecnológico que siempre llevó dentro. Desde su asunción como cónsul, el desarrollo y la investigación fueron pilares de alta prioridad en el gobierno francés.

Todo esto se había notado en la larga charla mantenida durante el compás de espera en el barco y por la cara de Ney pensé que no era muy normal escuchar al Sire explayarse de esta forma. Y eso teniendo en cuenta que se dirigía a él, ya que Berthier sabía casi toda esta historia por ser uno de sus primeros edecanes junto a Junot y Massena.

Al terminar la bebida me sorprendió con una orden que a Ney le pareció de lo más normal:

-Berthier, este es el estudio que le he pedido a Jomard, en él estuvimos revisando anoche con Vivant todo lo que sabemos de Inglaterra: su relieve, caminos, ciudades y pueblos. También le adjuntamos los informes conseguidos de nuestros agentes. Los hombres de Tayllerand y Segur han hecho un buen trabajo. En fin, aquí los tiene- Me alargó un grupo de hojas de gran tamaño enrolladas como papiros –Necesitamos que en este tiempo que estaremos embarcados fijemos los mejores rumbos y movimientos posibles de nuestra Grand Armée hacia el muro de Adriano. Debemos asegurar la mayor extensión hacia el Norte de Londres para no sufrir contratiempos.

-Tiene pensado en algún plan, ¿Sire?- Pregunté intentado sondear como quería que hiciese el trabajo.

-Siempre pensé en la ocupación de Inglaterra con algunas divisiones a fin de socavar la moral británica, pero no con ánimo de conquista permanente. Para debilitar la corona, negociaremos la independencia de Irlanda y Escocia, y si es necesario Gales. No pienso quedarme mucho tiempo, sería bueno que en un año nuestra pérfida Albión siga su curso pero mas débil económica y militarmente, y sobre todo, con un gobierno que nos sea favorable y podamos establecer buenas relaciones...

El resto del viaje, mientras los otros dos dormían, yo me dediqué a esa tarea. Encontré datos interesantes, como que había una agitación subversiva contra la corona inglesa en Cardiff, la capital de Gales, y me concentré en cuatro puntos importantes: Manchester y Leeds como cabeceras de una frontera interna, y dos caseríos sobre el mar, importantes para establecer puertos donde la marina pueda anclar: uno era un pueblito al Noreste de Leeds llamado Newcastle y otro mucho mas pequeño sobre el mar de Irlanda llamado Liverpool, sobre una bahía frente a la costa irlandesa. En ambos casos estaban al reparo de estuarios más profundos, de los que abundan en las costas inglesas.

Destaqué más o menos los caminos que llegaban a estos puntos y otros hacia el Sur de Cardiff, hasta el puerto de Plymouth, lugar donde atacaría la marina luego de dejarnos a nosotros para establecer una base naval en esa costa, antes de partir hacia Londres para apoyarnos en la toma de la capital. Cuando terminé con la red de carreteras que podíamos utilizar, le puse nombre a los 4 cuerpos de ejército de ocupación: Lannes, hacia Leeds y Newcastle, Soult hacia Manchester y Liverpool, Marmont hacia Cardiff y Bernardotte hacia Plymouth. Murat estaría establecido en Birmingham con la caballería, plaza que le permitiría llegar de inmediato a las demás como refuerzo si fuera necesario y aseguraría los caminos a Londres desde el interior. Una vez anotados los nombres y las consideraciones sobre los mapas, me relajé en el catre, y me quedé dormido, mecido por el mar que se escuchaba a través del ventanuco sobre la cabeza de Ney.

Cuando desperté, el mariscal me miró desde su cama con cierta seriedad. La cara del Sire no estaba para bromas, con gesto muy severo observaba los planos que yo había modificado antes de la siesta y señalaba las indicaciones.

Se había despertado antes que nosotros con su habitual malestar estomacal. Esa especie de gastritis que le hacía mantener una mueca de insatisfacción durante toda la mañana. Un te muy caliente de una hierba que olía muy fuerte no le hacía cambiar de humor, pero era muy respetuoso con las indicaciones médicas. De pronto giró su cabeza y preguntó:

-¿Los nombres se disponen por alguna razón en especial?

-No, solo atendí a las cercanías geográficas de cada división con los objetivos. Pero no lo consideré puntualmente necesario. Cualquiera de ellos puede hacer cada tarea.

Guardó silencio durante unos minutos mientras seguía estudiando el plan. Con el dedo índice de la mano izquierda seguía rutas e indicaciones sobre el mapa mientras que con la mano derecha buscaba y repasaba escritos en los manojos de anotaciones de Jomard.

-¿Ney, que opina?

El Mariscal se acercó a la mesa mientras los tres terminábamos de vestirnos. Un gesto de sorpresa se dibujó en su cara cuando vio los planos con las marcas y nombres. También comparó algunas posiciones con las anotaciones.

-¡Vaya! Es la primera vez que veo un plan de ataque cuyos mandos están ya dispuestos y no lo ha hecho usted Sire. Pero tratándose de Berthier era de esperarse. Creo que no hay problemas. Nuestros mejores hombres en puntos estratégicos nos facilitarán el trabajo de aplacar a los ingleses. Si yo estuviera en posición del mariscal no lo habría hecho mejor.

-En cuanto hayamos consumado la invasión, usted Berthier asumirá el gobierno de Inglaterra. Luego de disolver el parlamento deberá poner en orden los asuntos civiles mientras tenemos a la familia real como huéspedes en París- Dijo Napoleón –Después convocaremos a elecciones nuevamente, solo que esta vez el primer ministro y las carteras ejecutivas la nombraremos nosotros. Haré venir a Darú para que asuma el ministerio de guerra y al vicealmirante Lucas en el ministerio de marina. Ese hombre me parece mejor que los demás almirantes que tenemos. Ese será un buen momento para que el nuevo Rey de Inglaterra asuma la corona y usted Ney el papel de primer ministro.

Una reforma que me parece fundamental en la política inglesa es desmantelar de nobles aristócratas la cámara de Lores y reemplazarla por una asamblea popular como la nuestra. Debemos darle mas participación al pueblo, no solo a fin de ganárnoslo, sino también porque el ciudadano común se preocupa mas por sus asuntos internos antes de meterse en políticas exteriores a su nación.

-¿Quiénes se quedarán con nosotros en la isla, Sire?- pregunté

-Durante su gobierno se quedará con Ney, Lannes, Junot y 40.000 hombres además de la mitad de la caballería y los oficiales correspondientes. En cuanto volvamos a Francia quizás mande a Augereau a sumarse con usted. Lucas se muere por hincarle el diente a la marina inglesa, algunos barcos serán desmantelados, otros trasladados al continente, ya con bandera francesa. Con este desmantelamiento mas lo que se encuentre en los arsenales podrá usted armarse de una buena artillería. No creo que tenga mayores problemas con la caballería u otros pertrechos que necesite. Igual estaré pendiente de si necesita algo.

-¿Quién será el Rey de Inglaterra? ¿Otro Hannover?- Preguntó Ney

-Según los informes de Tayllerand, el rey Jorge tiene ciertas... “indisposiciones mentales”, vamos, que se le va la cabeza cada tanto debido a una enfermedad crónica que cada vez es mas fuerte. Esto puede favorecernos de cara al pueblo ya que es sabido que estas enajenaciones mantienen en vilo a la cámara por los problemas que acarrean ciertas decisiones políticas. A eso le sumamos dos inconvenientes de mayor relevancia: la oposición de quienes no le perdonan la pérdida de la Unión Americana con los costos militares y económicos que conllevó esa guerra, y los levantamientos en Gales e Irlanda de varios grupos que no están de acuerdo con la unificación de un reino a costa de su independencia.

Cogió una carpeta que tenía entre sus papeles y la hojeó hasta detenerse en unos apuntes

-Actualmente tiene 12 hijos. Su hijo mayor, Jorge, no es una persona que siga su idea política, pero tampoco nos favorece. Tiene estudios militares pero no de esos muy aplicados, sino más bien de los que se hacen por la relevancia de su cargo.

El segundo, Federico, es su hijo predilecto. Actualmente es Duque de York y comandante del ejército, este sí que estudió a conciencia aunque fue el comandante derrotado hace 4 años en la fallida invasión de Holanda, también fue el comandante del ejército anglo-prusiano en la invasión a Francia cuando la revolución. No se lleva muy bien con su hermano mayor, pero como es adicto al juego y a la gran vida, sabemos que vive un constante problema económico debido a sus constantes derroches. Y ese problema es grave porque el que siempre intenta salvarlo para mantener el nombre familiar bien alto es justamente su hermano mayor, el príncipe Jorge.

Esa será nuestra baza para el trono de Inglaterra. Una vez derrotado convenceremos a su padre para que abdique a su favor, le quitaremos sus deudas de encima y, por supuesto, a su hermano. Además tienen la corona de Hannover con lo cual no solo el imperio británico se calmará, sino también Prusia. Alemania seguirá como hasta ahora, así que sin apoyo, Austria deberá hacer lo mismo...

Luego nos queda el tercero, William. También militar y de los buenos. Tampoco está muy de acuerdo con la política de su padre y de su hermano mayor, pero es muy respetuoso de las órdenes que recibe. Y éste es valiente y efectivo en el campo de batalla y acertado a la hora de tomar decisiones. Es un hombre que al parecer carece de puntos débiles de consideración: le gusta la buena vida como a los demás pero recibió una educación severa y mantiene sus principios en su andar cotidiano. Como sus otros hermanos, tiene una familia, una amante, considerable fortuna, etc. Pero a diferencia del resto no se corrompe fácilmente y daría la vida por su patria. En pocas palabras: o lo derrotamos en el campo de batalla o lo tomamos prisionero. No creo que huya, ni mucho menos.


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